Julia Navarro – Escaño Cero – La España perpleja.


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Me dan miedo los «mesas», sobre todo los «mesas» improvisados como es el caso de Artur Mas. El presidente de la Generalitat pasaba por ser un político pragmático, en realidad todos los políticos de CiU tenían ese sello, pero de la noche a la mañana se han quitado el traje de hombres de Estado. Hasta Duran Lleida, al que siempre he tenido por un político consistente y cabal, esta semana terminó un mitin arengando a los suyos al grito de «viva Cataluña libre».

O sea que el problema crece y lo peor es que en estos momentos no parece que ni el presidente del Gobierno ni el principal líder de la oposición sepan muy bien cómo abordar el problema por mucho que unos y otros filtren, que Rajoy y Rubalcaba hablan en privado del problemón.

Lo más preocupante de este asunto es que Artur Mas está convenciendo a buena parte de la sociedad catalana que en el resto de España ni se quiere ni se comprende a Cataluña. Y eso, además de una tremenda falsedad es una maldad de un calibre que no me atrevo a calificar.

En realidad los españoles que no somos nacionalistas lo que estamos es perplejos. Sí, perplejos ante lo que está sucediendo, perplejos porque Mas presente a España como la culpable de todos los problemas de Cataluña, perplejos porque la sociedad catalana en vez de exigir responsabilidades a sus políticos, a todos, a los socialistas, a los de Esquerra, a los de Iniciativa, y a los de CiU, que son quienes hasta ahora han gobernado, pues resulta que se la exigen al resto de España.

Sí, Cataluña tiene problemas, muchos, pero no más que otras comunidades autónomas. Así, sus políticos incapaces de abordar y dar soluciones a esos problemas los enmascaran con el viejo truco de que la culpa es de otros. No hay como buscar un enemigo exterior para así distraer a la gente de los problemas interiores.

Lo que no termino de comprender es que la sociedad catalana compre el producto que le quiere vender Artur Mas. Es decir, que en vez de analizar por qué el señor Mas cierra quirófanos, establece el copago de los medicamentos, recorta el dinero para las escuelas públicas, deja en los huesos la Ley de Dependencia, no paga a los centros de la Tercera Edad, etc., etc., etc., los ciudadanos catalanes se conforman con creer con el problema de Cataluña es que el resto de España no la quiere lo suficiente, la ningunea, se gasta su dinero y pisotea su identidad.

Evidentemente, a los «mesías» les resulta muy fácil azuzar los sentimientos más primarios de los ciudadanos, y eso es lo que está haciendo irresponsablemente Artur Mas. Por si fuera poco, la jerarquía eclesiástica de Cataluña ha decidido poner su granito de arena al conflicto y alguno de sus obispos no ha tenido por menos que anunciar que ellos estarán con la independencia de Cataluña si así lo quiere el pueblo. Si hace unos días la Conferencia Episcopal decía una cosa, ahora los obispos catalanes dicen otra y tan contentos.

Parece como si el daño, el inmenso daño que algunos obispos vascos han hecho durante muchos año en el País Vasco lo quisieran emular ahora algunos obispos catalanes.

Me parece a mí que ha llegado el momento en que los responsables políticos sean eso, responsables. Por tanto, Mariano Rajoy, como presidente del Gobierno, y Pérez Rubalcaba, como secretario general del PSOE, tienen que llegar a un acuerdo para indicar cuál va a ser el camino a seguir para resolver el problema que tenemos encima de la mesa. Deben de contemplar todas las opciones, empezando por la de la reforma de la Constitución, si con ella, y previo acuerdo con los nacionalistas, se pudiera resolver este y otros problemas. Lo que no es de recibo es la inacción, por más que nos digan que los dos políticos hablan mucho.

Ya digo que la mayoría de los españoles estamos perplejos por lo que está pasando, por el comportamiento mesiánico y desleal del presidente de la Generalitat Artur Mas culpabilizando a España de los problemas de Cataluña cuando los únicos culpables son los políticos catalanes. Mas no dice la verdad cuando asegura que en España no se quiere a Cataluña. Y no dice la verdad porque es como si alguien no quisiera su brazo, su pierna o su cabeza. Cataluña es parte de nuestra identidad, de esa identidad común que se ha ido fraguando a lo largo de los siglos.

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