MADRID, 16 (OTR/PRESS)
Como el «Holandés errante», el «Prestige», ha reaparecido entre la niebla para colarse en la campaña electoral gallega. Parecía que habíamos quedado en que «nunca mais», pero no era cierto. A la manera del famoso cartero de las novelas de serie negra, el «Prestige», también llama dos veces. La primera fue como tragedia ecológica, la segunda como munición electoral. Munición disparada por socialistas y nacionalistas, a mi parecer injustamente, contra Núñez Feijoo, candidato por el PP a la reelección como presidente de la «Xunta» de Galicia que no tuvo que ver con aquella catástrofe.
Sabemos por experiencia que en España los jueces se toman su tiempo en la instrucción de las causas; que el suyo es paso de buey, el «bustrofedon» que les hace volver una y otra vez sobre la estela del surco anterior para terminar de arar la tierra de los sumario. Con todo, diez años, parece que dan de sí lo suficiente como para haber completado hace tiempo la instrucción del sumario. Que la fecha de los primeros compases del juicio se haya establecido en vísperas del día en el que se celebran las elecciones autonómicas invita a recordar por que está tan arraigada la idea de que la justicia está politizada.
Quizá no haya sido así; tal vez haya sido mucha la complejidad del sumario por tener que identificar a los muchos damnificados por el chapapote: desde las bateas a las fábricas de conservas, pasando por las mariscadoras, las compañías extranjeras de seguros, los consignatarios, los armadores y, en fin, los presuntos responsables de la negligencia o la temeridad que aceleró el naufragio del barco.
Puede que el retraso esté justificado, pero no sucede lo mismo con la fecha de inicio de la vista. ¿Habría cambiado algo si en vez de ésta semana, última de la campaña electoral, hubiera sido la próxima, conocido ya el resultado de las elecciones? Tengo para mí que no. De ahí la suspicacia.