Tragarse el sapo

Imaginen que el protagonista fuera un progre de buen corazón y escasa cabeza, en lugar de un chaval de derechas, tan sobrado de buenas intenciones como falto de sensatez. Y que el escenario, en lugar de ser la Cuba de Castro, fuera el Chile de Pinochet.

La que estarían montando a estas horas artistas de la ‘zeja’, ‘perrofluatas’, sindicalistas y aficionados a las acampada callejera, sería antológica.

Dicho esto, hay que aceptar las cosas como vienen. Gracias tiene que dar Ángel Carromero a Dios, a la familia de Payá y al ministerio de Exteriores español, porque sólo le han caído cuatro años de condena y habría bastado una palabra más alta que otra o un ‘resbalón’ diplomático, para que le hubieran endosado siete.

Ya escribí en su día que no creía que Payá hubiera muerto víctima de un atentado urdido por los siniestros servicios de seguridad castristas. No porque les faltasen ganas o recursos a los sicarios, sino porque no cuadraban las cosas.

Y de la misma manera que no doy por bueno el atentado, tampoco estoy dispuesto a tragarme la idea de que han hecho justicia. De lo que se trata, lo único importante ahora, es traer de vuelta casa al desventurado Carromero.

Y para que el chaval no sufra más de lo que ha sufrido, lo mejor es ni recurrir la sentencia.

Nos tragamos el sapo y listo.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

Lo más leído