MADRID, 23 (OTR/PRESS)
Echar un vistazo al kiosko es un gozo para los amantes de los espectáculos baboso-esperpénticos. La derecha, ultra y no ultra, se regodea mucho más en el batacazo del PSOE que en la victoria del PP en Galicia, y además se deja llevar por sus sueños calenturientos, que exageran hasta el infinito la victoria de unos y la derrota de otros. Luego vendrán exigiendo caricias al PSOE a la hora del festín nacionalista-independentista en Euskadi y Cataluña… y a lo mejor el PSOE les concede esas caricias, Dios me perdone. A quién se le ocurre aplicar la receta del continuismo después del desastre electoral del 20 de noviembre del año pasado. Rubalcaba es un buen tipo y una persona muy inteligente, pero era el menos indicado para solucionar aquel desastre, pues era un hombre del pasado de la derrota, que hasta fue vicepresidente del Gobierno con Rodríguez Zapatero. Pero no solo eso, claro, sino que además la política y la gestión del PSOE en este casi año transcurrido desde entonces han sido de lo más anodino.
El futuro próximo va a conocer el total hundimiento del PP, después de este valioso balón de oxígeno de Galicia. Es entonces cuando la España progresista y de izquierda tendría que estar preparada para llenar ese vacío, que no se llena solo con difusos, aunque maravillosos, movimientos de ciudadanía indignada ni con estupendas manifestaciones, concentraciones y huelgas generales a lo largo y a lo ancho de la geografía española. No vayamos a asistir al espectáculo de que la izquierda no socialista se alegre del desastre socialista, o menosprecie a ese partido, o pretenda construir su futuro sin él. Eso más que un sueño sería una pesadilla. ¿Es que no ven cómo la derecha se ha afanado en conseguir su unidad, pese a sus diferencias internas -Rajoy, Esperanza Aguirre, Mayor Oreja, los medios ultras…- tragándose los sapos que fuesen necesarios? Hay que ser muy críticos con el PSOE y exigirle un cambio radical de política y de dirigentes. Pero hay que construir con él la alternativa a esa derecha que se sostiene sobre la división de la España progresista.
