Antonio Casado – Así fue el 14-N.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

No es buena noticia que el desenlace de la huelga general del miércoles, 14 de noviembre, se reduzca al número de detenidos (se habla de 82) y heridos (se habla de 34). Eso incita a creer que todo ha sido un problema de orden público y desvía la atención del aldabonazo que sonó a lo largo y ancho de la geografía española en protesta contra el camino elegido por el Gobierno para sacarnos de la crisis económica. Ese malestar se hizo más visible en las manifestaciones de la tarde que en los incidentes de la mañana. Y, por supuesto, mucho más que en las cifras reales de seguimiento del paro. La comparación de los indicadores de paralización de actividad con las dos huelgas generales revelan que en esta ocasión el seguimiento fue menor. No vale la pena entrar en el absurdo debate de las cifras facilitadas por Gobierno, por un lado, y sindicatos, por otro.

Sí vale la pena, en cambio, explicar por qué se han cumplido la previsiones calculadas a partir de la falta de ambiente para una huelga general aquí y ahora. Son una serie de razones encadenadas al incontestable hecho de que en estos momentos es mucho más fuerte el miedo de los trabajadores a perder su empleo que la esperanza de los parados a volver a encontrar un puesto de trabajo. No es fácil motivar a un trabajador para predisponerlo a perder el salario de una jornada o, en el peor de los casos, a correr el riesgo de ser despedido. Tampoco podemos olvidar que el número de trabajadores en activo es más o menos el número que resulta de sumar a los parados y los pensionistas. Todos ellos pueden ser participantes de una manifestación, pero solo el primer grupo (los activos) pueden ser contabilizados en el balance de una jornada de huelga general.

Por encima de las cifras están las valoraciones cualitativas. En este sentido puede que la respuesta de los trabajadores «contra las regresivas políticas adoptadas por el Gobierno del PP y en exigencia de políticas alternativas basadas en el crecimiento, el empleo y la cohesión social», según se lee en la resolución de la UGT, no haya servido para cambiar el rumbo de la política económica en nuestro país, pero ejercer el derecho al pataleo también es una forma de descargar tensiones.

O sea, que si el 14-N no ha servido para mejorar la situación económica de España, al menos habrá actuado como válvula de escape a la indignación acumulada en el pecho de un creciente número de españoles desahuciados por la crisis. También son formas de desahucio el paro, la pobreza, la exclusión social, la pérdida de derechos, los despidos fáciles y baratos, la degradación de los servicios públicos y el ataque al el llamado Estado del Bienestar.

Está en la naturaleza de las cosas que los sindicatos y la izquierda política se comprometan en la defensa de las capas sociales más castigadas por la crisis económica. Y no tiene ningún sentido que los representantes legítimos de los trabajadores vayan a preguntarle al Gobierno o a los Sindicatos cuando toca y cuando no toca convocar una huelga general.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído