Rafael Torres – Al margen – Ricos, pobres y nada en medio.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Lo de llevar en el día de mañana su acceso al Paraíso más crudo que un camello su intento de pasar por el ojo de una aguja, no parece que desaliente gran cosa a los ricos en su culto al egoísmo y a la avaricia, pero como todo se pega, menos la hermosura, asistimos al poco edificante espectáculo que ofrece el pequeño sector de la clase media que, de momento, mantiene sus trabajos, sus ingresos, sus patrimonios, sus ahorros, y, en definitiva, su tren de vida, un denigrante espectáculo de insolidaridad absoluta. De los ricos, salvo la sirla a gran escala y el acopio, ya sabíamos que no se podía esperar mucho en una situación de emergencia social como la que vivimos, que no se iban a distinguir precisamente por sus acciones generosas y fraternas, pero de ese islote de la clase media que no se ha hundido aún en el mar de las fatigas y las miserias como el grueso de la misma, sí cabría esperar una actitud más desprendida, más auxiliadora, más acorde, en suma, con la formación y la capacidad que se le presume. Sin embargo, aterrado tal vez por los derrumbes de su entorno, ese sector superviviente de lo que hasta ayer fue el motor económico, intelectual y social del país, se alebra en el terreno y no da ni la hora.

Esto se observa con mucha claridad, tanta como consternación, en un programa matinal de Canal Sur que atiende al nombre de «Tiene arreglo» y que conduce la solvente y sensible periodista Toñi Moreno. El programa, adscrito al género que inauguró el histórico «Ustedes son formidables» en la radio, es decir, de socorro civil a gente en apuros, se mueve, por eso mismo, en la delgada línea que separa el apoyo mutuo de la caridad grosera, si bien suele no traspasarla hacia éste último territorio, tan floreciente donde no hay Justicia. Con la que está cayendo en España, pero particularmente en Andalucía, se puede el lector imaginar los casos personales para los que el programa solicita la ayuda de los espectadores, casos terribles, urgentes, infamantes para el Estado que los permite y los genera, pero lo más estremecedor de «Tiene arreglo» es que quienes llaman para echar una mano son única y exclusivamente los pobres, los que sólo tienen un poco más que aquellos a quienes desean ayudar. Ni un rico, ni un miembro de esa clase media superviviente que imita el desamor por sus semejantes de la clase privilegiada para ver si así puede salvarse.

Ricos, pobres y nada en medio. Ni el corazón.

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