Antonio Casado – Resaca del 14-N.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Cuarenta y ocho horas después de la huelga general del 14-N, en el entorno político y mediático del Gobierno se insiste en el carácter político de la misma. Una forma de descalificarla. Como si hubieran pillado en falta al principal partido de la oposición, el PSOE, por el apoyo de sus dirigentes a las movilizaciones sindicales en contra de la política de recortes que está llevando a cabo el Ejecutivo.

Afirmar que fue una huelga política es una obviedad. Claro que lo fue, en el mejor sentido de la palabra, el que se refiere a la innata condición política del individuo socializado. Eso ya lo enseñaba Aristóteles (zôon politikón) tres siglos antes de Jesucristo. De esa naturaleza es todo lo que hace el ciudadano en relación con la comunidad en la que vive. Pero la huelga general del 14-N también fue política en el peor sentido de la palabra, en tanto que el asunto concierne a tal o cual partido. Incluso con referencia al interés o la conveniencia del mismo. Sería absurdo que no se pronunciase a favor o en contra de un llamamiento sindical que pone en cuestión la «política» del Gobierno.

En ese sentido no procede valorar el desenlace del 14-N como el resultado de un pulso entre el Ejecutivo y los sindicatos. Detrás de una movilización sindical hay personas. Y, en todo caso, se trataría de saber quién ha conectado mejor con esas personas, si los sindicatos al organizar la protesta en la calle y en los puestos de trabajo o el Gobierno al calificar la huelga de inoportuna, inútil, perjudicial para el país y además «política».

Es verdad que después de la jornada del miércoles pasado las cosas siguen estando como estaban. Ni mejor ni peor. Pero eso no quiere decir que la huelga no ha servido de nada. Ya sabemos que el Gobierno no va a cambiar su política económica pero también sabemos que el derecho al pataleo es una terapia excelente para una sociedad con la autoestima por los suelos y con gente cada vez más agobiada por todas las modalidades de desahucio. No solo los desalojos de viviendas por impago. También el paro, la pobreza, la pérdida de derechos y la sistemática degradación del Estado del Bienestar.

Haría mal el Gobierno de Mariano Rajoy si echara en saco roto las masivas manifestaciones de la tarde-noche del día 14. Sobre todo la de Madrid. Medida en unidades de visita papal o concentración antiterrorista el número de participantes sería de siete cifras. No entraré en ese estúpido debate. Es preferible verlo como expresión del profundo malestar que se detecta entre los trabajadores y las capas sociales más desfavorecidas.

En resumen, que la huelga general no fue precisamente un éxito pero las manifestaciones se convirtieron en la prueba televisada de que hay millones de españoles (no me refiero solo a los que participaron en las marchas) que desean y reclaman otro modo de hacer las cosas para salir de la crisis económica sin tanto sufrimiento para los de siempre.

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