MADRID, 21 (OTR/PRESS)
Tengo para mí que aciertan quienes piensan que CiU no pagará un precio en las urnas por el escándalo de las cuentas que supuestamente tendrían en Suiza sus dos líderes más reconocidos (Mas y Pujol). Aciertan, porque la Historia reciente y pasada de España alerta acerca de cómo reacciona la gente frente a los dislates o abusos de los poderosos. Desde el caso Banca Catalana, Filesa, el BOE o el caso Naseiro, pasando por Roldán, la trama Gürtel, los trajes y obras de Camps, el velódromo de Matas, o los ERE de Andalucía con Chaves, llegadas las elecciones, ni para los presuntos ni para los corruptos probados, jamás hubo sanción en las urnas. Todos los jefes de fila de los partidos implicados ganaron las elecciones. A veces, los triunfadores han sido los mismos que han dado nombre a esta lista de la infamia. Que recuerde, solo el cántabro Hormaechea fue apartado de la política, pero no fue obra de sus votantes, fue por una sentencia judicial que le inhabilitó para desempeñar cargos públicos.
Repasar la lista de los casos de corrupción relacionados con las andanzas, trinques y trapichondeos de algunos políticos es para ponerse a llorar, aunque no todos opinan lo mismo. La opinión pública es tornadiza: los ciudadanos se quejan de los políticos y dicen en las encuestas que son uno de los principales problemas que tiene España, pero, ¡amigo! a los suyos que no se los toquen. Cuando llegan las elecciones vuelven a votarles. Solo ven la corrupción cuando afecta al de enfrente; al partido rival; al enemigo. Por eso digo, que no me extrañaría que todo este sórdido asunto que coloca a los principales lideres de CiU en la picota de la opinión pública, en vez de invitar a sus votantes a una reflexión crítica, a la postre, puede que se transforme en acicate para que más gente decida votarles el próximo domingo. Es triste, pero hay que reconocerlo, en España, la corrupción no paga un precio en las urnas.
