Quejas y desencanto en el primer aniversario del Gobierno del PP.


Al cumplirse un año del triunfo del Partido Popular, los que aquel día acudimos a las urnas con la responsabilidad y la ilusión del cambio urgente y necesario, no hicimos demasiadas celebraciones. Algunos incluso en el centro de la tarta han colocado una vela negra, no como un símbolo ocultista de esos que se gastan los brujos y oficiantes del vudú, sino por el luto que significa ver un país que se está yendo a pique sin remedio, no solo en materia económica sino en clave moral. Puede que sea demasiado alarmista. O puede que no, como suele decir Rajoy. Hay quien opina que la situación está mucho peor de lo que podamos imaginarnos. No para todo el mundo, claro. A los banqueros les va de miedo; ídem a los políticos y a la corte de seguidores y palmeros que les ríen las gracias –al PP o al PSOE, me da igual— aunque la cosa esté para llorar. Me llama la atención esta otra “casta” de gente babosona que porque o bien recibe o espera recibir del poderosillo de turno, un cargo o un puesto periodístico en un medio público, son capaces de defender lo indefendible una y otra vez sin el menor rubor, no importándoles incluso perder la dignidad al inclinarse ante el Emperador desnudo, no solo elogiando su espléndido traje sino intentando convencer al resto de la concurrencia de la singular patraña. Por eso, a la hora de hacer análisis del primer año del Gobierno de Rajoy –que en honor al rigor, son diez meses— los ciegos e inmutables seguidores son incapaces de reconocer que ha sido un periodo nefasto. Que se enfrentaron a una herencia endemoniada, sí, pero eso ya estaba descontado y se les extendió la alfombra roja a La Moncloa para que arreglaran la desfeita. ¿O no? Resulta que ahora, quienes criticaban a Zapatero de ampararse en la crisis financiera internacional para justificar su pésima gestión, emplean los mismos argumentos para disculpar que el actual gobierno vaya de error en error y de ocurrencia en ocurrencia. Cuando Zapatero cambió la Constitución por orden de Europa y subió el IVA nos echamos encima como buitres y decidimos votar a una opción de Gobierno con personalidad y experiencia en gestión, que no tocara al compás de la batuta de la fuhrer Merkel del Cuarto Reigh.

Por eso no hubo celebraciones el 20 N; porque es el aniversario del desencanto. Dejando a un lado el agitprop de los sindicatos, que sí lo hay y grande, tal como estaba previsto, dada su sed de calle por el largo periodo de abstinencia zapateril –recordad cuando el nieto del capitán Lozano les pedía cariño—, es difícil mayor descontento y hay razón para ello por las situaciones sangrantes que se están viviendo. Y los más afectados, como siempre, son los más desfavorecidos, los que más necesitan de unos servicios sociales justos, a la altura de una sociedad desarrollada. Menos mal que existe Cáritas Diocesana, que desde todos los centros ejerce una labor humanitaria que deja al descubierto, sin pretenderlo, eso sí, las vergüenzas del Gobierno. Los dependientes por edad, enfermedad o por alguna minusvalía han visto menguadas sus prestaciones en un 39 por ciento. ¡Como si fuera un artículo de lujo! Y para castigar aún más a los necesitados, también han eliminado de los presupuestos el servicio de teleasistencia, que afecta a unos 250.000 ancianos. Nunca los recortes debieron extenderse a estas partidas. Hay mucho de donde recortar, pero, claro, eso afectaría al bienestar de la clase política y su multitudinario séquito. ¡Así gobierna cualquiera!

Gallardón, a pesar de lo difícil que sería superar al Bermejo de las cacerías y las bajantes, está haciendo méritos para pasar a la historia como el peor ministro de Justicia de la democracia y va camino de conseguirlo. No se puede tener a todo el mundo en contra, ¡y con razón! Es la primera vez que jueces, fiscales, abogados y secretarios judiciales se manifiestan contra las medidas del Gobierno. Con el denominado “tasazo” Gallardón acaba de inventar una justicia para ricos y otra para pobres, o mejor dicho, que los pobres no tengan acceso a la justicia, porque, si para reclamar una factura de 80 euros de una compañía de gas o de telefonía, por ejemplo, tenemos que pagar 200, mejor nos quedamos como estamos y nos tragamos la reclamación con papel y todo. Eso propiciará el abuso de determinadas compañías, que ya nos sablean por diferentes métodos. Gallardón quiere entregarle a Montoro 300 millones de euros y qué mejor ocurrencia que subir las tasas y así, de paso, aligera los juzgados. ¡Vamos, que ni los de Lepe! Incluso al presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, le parecen desproporcionadas. Pero el ciudadano sufriente no va a tener más remedio que aguantarse una vez más. Qué fácil resulta ser así de bizarros para legislar contra los ciudadanos, y en cambio que cobardía para corregir las muchas injusticias y abusos perpetrados por los bancos. Ah, ¿y para cuando la derogación de la ley del aborto? Miles de bebés en gestación siguen siendo víctimas del genocidio legal y silencioso de la ley socialista. Las sombras de Zapatero y Aído son más que alargadas.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(24/11/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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