Fernando Jáuregui – Las mareas blanca, verde y negra.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Los ciudadanos nos estamos acostumbrando a ver «mareas» de diferentes colores manifestándose por las calles: la blanca, de los sanitarios; la verde, de los enseñantes, y dicen que ahora viene la negra, de un mundo judicial que no saldrá a la calle, pero que hará oír su protesta contra una subida de tasas que está provocando no poca movida entre los justiciables. Sanidad, Educación y Justicia gratuitas, que deberían ser los tres pilares del mantenimiento de un Estado de bienestar que tanto nos han prometido respetar, provocan conmociones sociales en un país ya bastante conmocionado por el vaciamiento de los bolsillos de los contribuyentes, por los casos de corrupción generalizados y por el mal funcionamiento de no pocas instituciones, que siguen sin dar el ejemplo de austeridad y dedicación que la sociedad demanda. ¿Cómo extrañarse entonces de que surjan brotes de indignación y rebeldía ante la trasgresión de unas «líneas rojas» que siempre se dijo que eran «infranqueables»?

Me parece que, a medio plazo, estas «mareas», y otras por venir derivadas de conflictos laborales puntuales -señaladamente el de Iberia-, deberían ser tan tenidas en cuenta como, al menos, el combate contra los casos de corrupción política o las reacciones oficiales ante los resultados de las elecciones catalanas, que ha sido, por ahora, la última barrera que ha podido saltar Mariano Rajoy en la larga carrera de obstáculos que tiene ante sí. Tengo la impresión de que el presidente del Gobierno puede sentirse crecientemente libre de las presiones europeas que tanto han constreñido la economía española. No puede ser que ahora algunas ocurrencias de ciertos ministros, presidentes autonómicos o alcaldes, aunque luego alguno de ellos dé una cierta marcha atrás, enrarezcan aún más el ambiente que vive una opinión pública cuyas tesis sobre «su» clase política son ya bastante negativas.

El estado de bienestar, tan trabajosamente logrado a lo largo de los años, no puede, bajo ningún pretexto ni razonamiento, convertirse en «estado de malestar». Y pocas veces, incluso cuando estábamos objetivamente peor que ahora, he asistido a unos albores de las fiestas navideñas con una ciudadanía tan angustiada, entre unas cosas y otras, como parece estarlo ahora. ¿De verdad es necesario ahondar ahora en todas las heridas a la vez, y encima sin consultar para nada a los sectores afectados?

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