Isaílas Lafuente – Debe haber responsables.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

La Comisión Europea ha puesto negro sobre blanco las condiciones exigidas a las entidades bancarias nacionalizadas para poder acceder al rescate de casi 40.000 millones de euros requerido para su reflotamiento. Las más destacadas, un adelgazamiento drástico mediante una reducción de su tamaño en torno al 60% y un recorte en la red de oficinas del 50%, junto a una penitencia casi religiosa, la de no volver a caer en el pecado que les llevó al infierno: el lascivo coqueteo con la promoción inmobiliaria.

Casi la mitad de la ayuda se la llevará Bankia, símbolo de la catástrofe por el tamaño de la entidad, por el perfil de sus antiguos gestores y por su valor icónico como veterana de un sistema, el de las Cajas de Ahorros, que se ha derrumbado como una torre de naipes después de 300 años de historia. Su nuevo presidente, José Ignacio Goirigolzarri ha descrito el pormenor de lo que sucederá en su entidad: 6000 empleos menos y una quita del 39% para quienes adquirieron preferentes.

Goirigolzarri tiene un plus de confianza, no sólo por su experiencia precedente sino porque tras recibir una indemnización millonaria tras su salida del BBVA , tres millones anuales y un fondo de más de 50 cuando llegue a la jubilación, no tenía ninguna necesidad de comerse este marrón. Pero resulta llamativo que presidiendo una entidad tan dañada por una nefasta gestión dé por saldadas las responsabilidades de los anteriores gestores con su salida de los órganos directivos. Era lo mínimo. Tampoco Joaquín Almunia quiso poner nombres y apellidos que todos tenemos en la cabeza a los responsables del desaguisado.

Cuando la lista de perjudicados es tan larga y diáfana -accionistas, trabajadores que quedarán en paro, preferentistas que verán esfumados parte de sus ahorros, hipotecados desahuciados y contribuyentes- cuesta asumir sin un punto de indignación que no se exijan responsabilidades a los autores del agujero. En el reflotamiento de las entidades bancarias, y hablando en términos bancarios, debe/haber responsables. Es lo menos que se puede exigir para que a los ciudadanos nos salgan las cuentas.

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