Carlos Carnicero – Un fusil en la mesilla.


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

La segunda enmienda de la Constitución norteamericana consagra el derecho de sus ciudadanos a comprar, portar y usar armas de fuego. Solo cinco estados de la Unión limitan la posesión de fusiles automáticos, que poco tienen que ver con el uso cinegético o deportivo. El resto no tiene prácticamente limitaciones a la venta de armas, que es un negocio que produce cientos de millones de dólares cada año. Estados Unidos es un inmenso arsenal de armas privadas que están en uno de cada tres hogares.

La sucesión de masacres y crímenes con armas de fuego no promueve la limitación o el control de su posesión porque hay lobbies poderosos que se agarran a una Constitución que ya ha cumplido 222 años sin que ningún presidente se haya atrevido a proponer su modificación con respecto a las armas de fuego.

La opinión pública asiste horrorizada a la masacre de la guardería o colegio infantil Sandy Hook de Newtown (Connecticut) en donde 20 niños y ocho adultos fueron asesinados a quemarropa por un joven contrariado de 20 años que liberó su furia indiscriminadamente.

El presidente Obama ha afirmado con lágrimas en los ojos que estos hechos no pueden volver a repetirse. Pero, ¿será capaz el presidente electo de tomar medidas para promover el control sobre las armas de fuego?

Destacados psiquiatras alertan de que cada uno de estos sucesos periódicos alimentan los sucesivos por el mismo efecto de contagio de que las noticias de suicidios animan a otras personas a adoptar esa solución. El boom informativo de cada desgracia anima a alguien a seguir ese ejemplo de ruptura con el mundo que no desea.

La épica de la violencia está presente en el mundo audiovisual de los adolescentes de todo el mundo, mediante la exposición permanente a mensajes contagiosos sobre su uso.

Estados Unidos es una sociedad compleja, polivalente y con muchas dislexias sociales entre sectores amplios en la marginalidad y una sociedad próspera.

Todas las sociedades sufren accesos de violencia. Imposible erradicar la criminalidad. Pero no cabe duda de que poder tener un fusil en la mesilla es un peligro añadido difícilmente digerible.

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