Fermín Bocos – Bailando con su enemigo.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Tras firmar un pacto de gobierno con ERC, su adversario histórico en la disputa por el liderazgo del independentismo, Artur Mas se levanta como una estatua desconectada de las voces de una parte sustantiva de su electorado. En términos sociológicos, no hay nada más alejado de un votante clásico de CiU que uno de la Esquerra. De hecho, en la anterior campaña electoral con la que Convergencia obtuvo cerca de cien mil votos más que en la que culminó con el fiasco del 25N, Artur Mas centró su discurso en la descalificación de la política seguida por el tripartito que había llevado a Cataluña poco menos que a la bancarrota. Como se sabe, ERC (Carod Rovira, Puigcercòs, etc) formaba parte de la coalición que gobernaba en la «Generalitat». ¿Qué es lo que ha pasado para que Mas se haya tenido que tragar sus palabras de entonces? Pues a la vista está: intenta tapar su fracaso.

Es la conocida historia de un perdedor que en lugar de reconocer su error, pedir disculpas y dejar paso a otro, se empecina y como decía Churchill con mucha guasa, va de fracaso en fracaso, sin perder el entusiasmo. Lo malo del caso es que aquí arrastra a mucha gente, creando nuevos, hondos e innecesarios problemas y se olvida de que en Cataluña hay más de 800.000 personas en el paro y los servicios sociales están desbordados porque la deuda de la comunidad supera los 40.000 millones de euros y fuera de España no puede obtener financiación porque las agencias internacionales han calificado el bono catalán como «bono basura». Tras su pacto con la Esquerra a Artur Mas no le queda otra salida que la huída hacia adelante convocando (en 2014 )una consulta independentista que sabe ilegal. Tan ilegal como irrealizable, porque según palabras recientes del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, una «cosa es convocar la consulta y otra realizarla».

Mas lo sabe, pero está atrapado en la trampa que él mismo se tendió al convocar elecciones en medio de la legislatura creyendo que podía conseguir una mayoría absoluta. Erró el cálculo, perdió 12 escaños y cerca de cien mil votos y ahora no le queda más remedio que bailar con su principal enemigo. En el pecado, lleva la penitencia. Lo malo es que serán los ciudadanos quienes paguen las consecuencias de la política aventurera impulsada por esta partida de irresponsables.

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