Antonio Casado – Primer aniversario.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Al cumplirse el primer aniversario de la constitución del Gobierno Rajoy se ha hecho balance de su gestión. Como todas las obras humanas, luces y sombras en la tarea de gestionar el interés general de los españoles. Pero si hemos de aplicar el mismo sistema de medición que el partido ganador de las elecciones aplicaba a sus antecesores en el poder, resulta que todo ha ido a peor en tres de los cuatro indicadores principales, evidentemente de naturaleza económica, que es el ámbito de nuestros desvelos. A saber: crecimiento, paro, deuda y déficit público.

Como todo se ha supeditado a mejorar en el cuarto de ellos, no faltará quien aplauda los logros de este Gobierno en sus primeros 365 días de recorrido. Y no le faltará razón desde el punto de vista técnico. Pero no es eso, no es eso, cuando el coste recae sobre las capas sociales más desprotegidas en forma de sacrificios derivados del desempleo, que va camino de los seis millones en las cifras de la EPA (Encuesta de Población Activa).

En este punto las cuestiones técnicas nunca pueden compensar el sufrimiento de las personas que se quedan sin trabajo y, por tanto, amén de perder el poder adquisitivo (capacidad de consumir), que es una consideración técnica, pierden la autoestima y corren el riesgo de la exclusión social. Eso ya son palabras mayores.

A pesar de todo, la escenificación del aniversario por parte del Gobierno (Interparlamentaria del PP, celebrada hace unos días en Toledo) sobrevoló esta realidad y, por enésima vez, culpó a la «herencia recibida» de que las cosas sigan estando mal. No sirve de nada. Como tampoco sirve de nada que en turno de réplica los socialistas de Rubalcaba le echen la culpa a «los herederos», por ser incapaces de salir del círculo vicioso que se abre con los recortes y se cierra con recesión y paro.

Esa tensión entre la herencia y el heredero, personalizada en Rubalcaba y Rajoy, nos llega por los circuitos habituales de la información política. Incluidos los perfiles de conducta de ambos dirigentes. Así sabemos, por ejemplo, que Rubalcaba no tiene la menor intención de convocar elecciones primarias en los dos próximos años. Los que él se concede para consolidarse como líder del partido y, por supuesto, como candidato a la Moncloa. Y también sabemos que de las 32 veces que Rajoy ha comparecido como presidente del Gobierno en el Parlamento siempre lo fue por imperativo legal. Es decir, ni una sola comparecencia a petición propia o de otros grupos. Muy significativo. Tanto lo del presidente como lo del líder de la oposición.

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