Fermín Bocos – Auge y caída de Rodrigo Rato.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

La diosa Fortuna es tornadiza. Juega con el destino de los hombres. Ver a Rodrigo Rato entrando en la Audiencia Nacional para ser interrogado en relación con los agujeros negros de Bankia es un hecho que, más allá del recorrido judicial del caso, invita a reflexionar acerca de lo efímero de la gloria. Rodrigo Rato fue un príncipe de la política. Incluso la gran esperanza de la derecha española moderna. Fueron muchos sus días de triunfo, primero como brillante parlamentario, más tarde como rutilante vicepresidente del Gobierno y por último como gran patrón de la Fondo Monetario Internacional. El brillo de la estrella de Rato deslumbraba por igual en las crónicas políticas y en las gacetillas que reflejaban la espuma de los ecos de sociedad. El mundo a sus pies. Tras dejarle Aznar con la pregunta del millón en la boca -¿por qué optó por Rajoy?- cambió de vida y de país. La verdadera razón no está escrita en el libro del memorias del expresidente aunque, hay que decir, que quizá fue Rato quien mareó la perdiz. Aunque alejado formalmente de la púrpura seguía teniendo un gran predicamento en el seno de su partido y buena imagen fuera de él. Su vida y su suerte empezó a cambiar al regreso de América. Alejarse de la política para dedicarse a ganar dinero fue el inicio de un camino de perdición. Visto con perspectiva se observa que cuando luchó por conseguir la presidencia de Bankia (el apoyo de Rajoy fue decisivo pues el candidato de Esperanza Aguirre era Ignacio González), cometió un error. El siguiente fue aceptar una casa en ruinas y no denunciar la situación -su antecesor, Miguel Blesa, había dejado agujeros por todas partes-.

Cuentan que hubo un momento que le perdió la hybris, la soberbia de pensar que podía resucitar al muerto. Salir a Bolsa fue la temeridad que le ha llevado al banquillo de la Audiencia Nacional. La cacerolada con la que fue recibido y despedido por unas decenas de afectados por la estafa de las preferentes, es el coro a la manera de las «tricotosas» que en la Plaza de la Concordia de París acompañaba a los condenados a la guillotina. Esta crisis provocada por los bancos es un drama que, como tal, reclama culpables sobre el escenario. Me temo que la voluble Fortuna pueda estar señalando hacia quien no ha mucho fue un príncipe de la política nacional. «Sic transit».

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