Carlos Carnicero – 2012, un año para olvidar.


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Los datos hacen irrefutable la percepción de la catástrofe. Todos los indicadores, empezando por el paro, indican que cuando Rajoy cumple el veinticinco por ciento de su legislatura, la sociedad española está inmersa en el desengaño. Rotos en la estructura social de España para varias generaciones, mientras los más ricos son cerca de un diez por ciento más, y la pobreza se extiende a capas de la población que nunca pensaron que se verían afectadas de esta manera.

España no explota porque todavía el miedo es mayor que la desesperación. Pero hay una bomba de relojería que se manifiesta en el descontento general y en la proliferación de las protestas sectoriales. La Sanidad recibe un golpe de muerte en Madrid. No cabe duda de que Esperanza Aguirre dio un paso transversal al dejar la presidencia de Madrid para intentar no verse salpicada por lo que está haciendo su sucesor, Ignacio González, por encargo de ella. La crisis catalana no se reconduce por la responsabilidad directa de Artur Más y por la incapacidad de Rajoy para encarrilar ese grave problema político.

Alberto Ruíz Gallardón construye una Justicia elitista y censitaria que solo será accesible para quien tenga dinero para pagarla. La educación se transforma con una reforma ideológica en confesión del propio ministro del ramo. La Investigación y desarrollo sufre un golpe de muerte y los jóvenes más preparados se van al extranjero (no por aventura, como dice frívolamente el Gobierno) para buscarse el futuro que se les niega aquí. Ni siquiera han mantenido el compromiso explícito de mantener el poder adquisitivo de las pensiones. No hay promesa electoral que Rajoy haya dejado de cumplir. Los pronósticos son más paro, menos crédito -a pesar de la inyección realizada en la banca a cuenta del dinero de los ciudadanos- y más cierres y regulaciones en empresas.

La política internacional no existe para una España irrelevante en el mundo. La corrupción campa sin castigo, mientras los responsables de las Cajas destruidas no han devuelto el producto de su expolio. España no explota por el miedo y por la incapacidad de sindicatos y partidos de izquierda de canalizar este descontento enorme en vectores de intervención.

Las Navidades más amargas no dejan de ser un pequeño paréntesis en la actividad pública. La tristeza de muchos cientos de miles de hogares se queda dentro de las paredes de los que todavía no han perdido sus casas en desahucios inhumanos de una Banca que carece de sentido de responsabilidad social.

2013 será explosivo porque las depresiones tienen un punto de inflexión que convierte el miedo y la resignación en rebeldía. El peligro es que esa explosión sea incontrolada, como tantas veces ha ocurrido en la historia de la humanidad.

Mariano Rajoy aparece auto complacido envuelto en la propaganda y en los sectores mediáticos que están a su servicio. Pero esa nube no puede ocultar la tormenta que se avecina. Y no puede tardar mucho en producirse.

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