Fernando Jáuregui – La semana política que empieza – Una Navidad al menos peculiar.


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Debo reconocer que no recuerdo unas navidades como estas. Jamás se intercambiaron tan pocos regalos, nunca menos felicitaciones, incluyendo las del correo electrónico, en la vida peores augurios para el año que entra. Y, desde luego, tampoco recuerdo que los españoles hayan estado alguna vez, como ahora, tan pendientes y tan aprensivos ante lo que el Rey pudiera decirnos en su mensaje de la Nochebuena; eso, sin contar con lo que Mariano Rajoy nos vaya a revelar cuando, el viernes, comparezca en una inusual rueda de prensa: ¿qué tienen ambos que comunicar a los ciudadanos, agobiados ante las malas perspectivas de este 2013, que, incluso oficialmente, se nos anuncia que viene tan negro?.

Supongo que uno, ante esta nueva Navidad en su vida, debería ponerse a reflexionar: ¿estamos haciendo las cosas bien? Lo menos que puede decirse del 2012 que se despide es que ni todo ha salido como hubiésemos querido ni, me parece, se han puesto todos los cimientos -puede que sí algunos-para consolidar un futuro mejor. Creo que es la hora del cambio de rumbo, pero no hay dato alguno, en estos minutos, que avale que ese giro, que supone nada más y nada menos que un cambio en la forma de entender la política, la economía y la manera de gobernarnos, vaya a darse. Por eso espero con una ansiedad, me parece que compartida por muchos, los dos mensajes que conoceremos esta semana, epicentro de una Navidad que da la impresión de estar siendo menos luminosa, acaso algo menos feliz, que las de ediciones anteriores; y es que son muchos los nubarrones aglomerados sobre nuestras cabezas.

Tengo indicios que me hacen pensar que el mensaje de Don Juan Carlos en la noche de este lunes va a tener connotaciones especiales, pero no me atrevo a ir mucho más allá en mis cábalas. Desde luego, no ha sido este 2012 un año fácil para la Corona, ni lo va a ser el próximo. Pero soy un convencido de que esta institución sigue siendo necesaria, acaso ahora más necesaria que nunca como viga maestra de un edificio, el de la nación, tambaleante como jamás desde hace al menos siete décadas. No puede el Monarca limitarse a un mensaje convencional y pienso-espero que no lo hará. Pero ya digo: ni puedo, ni quiero, ni debo aventurarme en lo que el jefe del Estado vaya a decir, supongo que en connivencia con el jefe del Gobierno

En cuanto a Rajoy, temo que el viernes vaya a darnos más de lo mismo: alusiones a la herencia recibida (mala, sin duda, pero ya inutilizable como munición política), pocas novedades y ningún malabarismo, pese a que mucha gente espera verle sacar algún conejo de la chistera. No es Mariano Rajoy, desde luego, ni un aventurero -lo que es bueno -ni un mago- lo que siempre es malo-. Así que sospecho que entraremos en 2013 con la sensación de que, efectivamente, va a ser un año de transición hacia las grandes esperanzas puestas en 2014. Si así fuere, será un año perdido, y no estoy seguro de que podamos permitirnos tal dispendio llegados a estas alturas, o más bien a estas bajuras.

Sea como fuere, alegremos los corazones, que nada habría peor que no dejar un hueco a la esperanza. Y, en todo caso, nada imagino más imperdonable que no felicitar a los lectores, deseándoles una Navidad tan alegre, próspera y hermanada como sea posible. Felicidades, pues pese a todo, y que nada enturbie, queridos amigos, su felicidad en estas horas.

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