Una mala noticia de Navidad: 118.359 bebes en gestación asesinados en 2011.

Arguyen que es por la crisis, pero no. La Cultura de la Muerte infecta nuestra sociedad desde diferentes frentes como una suerte de lluvia ácida que contamina el tejido social, en algunos aspectos de manera silenciosa, y en otros, tan burdos como es el tema del aborto, última consecuencia del relativismo moral, una visión de la vida que anula y trastoca valores hasta el punto de convertir al ser humano en un muñeco a merced de estrategias economicistas y otras de índole perversa.

Pero los 118.359 inocentes vilmente asesinados en el vientre materno en el 2011, de los que el Ministerio de Sanidad acaba de informar, no tienen como causa la crisis, sino la corrupción moral que ha hecho presa en las sociedades modernas, de la mano de ideas vulneradoras del orden natural, implementadas por políticas al servicio de los servidores de la entropía social. No voy a extenderme en las estrategias de la Cultura de la Muerte ni en las políticas propiciadas por los gobiernos laicistas antivida, porque ya lo hice en artículos anteriores.

NOS NEGAMOS A QUE EL DINERO DE NUESTROS IMPUESTOS SE EMPLEE EN FINANCIAR LAS CLÍNICAS ABORTISTAS

Sobre los datos del Ministerio de Sanidad conviene matizar algunos puntos. Dice el informe que menos del 3 por ciento se realizó en hospitales públicos y que el 97 por ciento se practicó en clínicas privadas. Es cierto, sí. Pero hay que considerar que estos centros de abortos son financiados por las diferentes comunidades autónomas. ACAI recibe ingentes cantidades de fondos públicos para eliminar bebés en gestación. (Un disparate doble, en una política de recortes que ha disminuido las prestaciones sociales). La ley Zapatero-Aído transformó el delito del aborto en un derecho de la mujer. ¡Ingenuas e ignorantes mujeres que se creen la patraña! No fue un regalo a las mujeres sino a la Multinacional de la Muerte en general, y a los aborteros en particular, que les aporta seguridad jurídica para seguir engrosando sus cuentas corrientes amparados por la ley, es decir, licencia para matar.

Pero la situación no ha mejorado con nuestro moderno Partido Popular de divorciados/as y bebés in vitro. El ministro Gallardón, que pasará a la historia como peor que Bermejo, que ya es decir, está tan ensimismado en su ocurrencia de descongestionar los tribunales por el método de eliminar el derecho a la Justicia de las clases menos privilegiadas y en su enfrentamiento con el sector –jueces, fiscales, abogados y secretarios judiciales—, sigue sin cambiar la ley de plazos. Una prueba más del continuismo de la obra laicista de Zapatero. “No vine a gobernar, sino a cambiar la sociedad”, Zeta, dixit.

¿Y qué decir ante esta cifra escalofriante de niños en gestación cortados en pedazos por el filo de la cureta y el bisturí de estos desalmados y mal llamados médicos? Que no dejemos de luchar, de compartir la sacralidad de la vida humana como don de Dios, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. En cualquier fase, en cualquier situación o estado de salud física o mental, la vida humana tiene dignidad y hay que preservarla. ¿Y qué decir de los médicos aborteros? Condenarlos y rezar por ellos; para que vuelvan a la luz, como lo hizo el doctor Nathanson. ¡Un milagro siempre es posible cuando se tiene fe!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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(23/12/2012)
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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