MADRID, 25 (OTR/PRESS)
Recuerdo cuando mis hijos comenzaban a dejar de ser bebés y aprendían enseguida el juego de la desaparición con el sencillo procedimiento de taparse el rostro con las manos, y volver a estar presentes mostrando la cara. En el fondo, es la representación de la huída del avestruz.
Me acordé ayer del juego, al contemplar la manera infantil con que las autoridades de Cataluña han ocultado el cuadro del Rey, «¡Ya no está!», colocando un paño que oculte su efigie. No es muy ingenioso, ni nuevo, porque mis nietas ya han aprendido el juego, pero hay que reconocer que resulta efectivo. Infantilmente efectivo, puesto que el Rey constitucional de una España democrática, integrante de la Unión Europea, no desaparece, ni muere, ni se evapora, poniéndole un paño que evite su visión. Se trata de una grosería más por parte de estos expertos en Antirrelaciones Públicas que parecen obrar con el diseño de un especialista, empeñado en lograr que un día, cada vez más próximo, miremos a los inocentes y corteses ciudadanos catalanes, la inmensa mayoría, como personas odiosas y antipáticas, desdeñosas y arrogantes.
Los juegos infantiles no causan daño, pero pueden ser peligrosos. Un niño comienza a jugar a ponerse una bolsa de plástico de capucha y puede terminar asfixiado. No es frecuente, pero lo hemos leído más de una vez en el periódico. Por eso, las personas maduras e inteligentes, los que conocen los peligros en que pueden derivar los juegos infantiles más inocentes, deben vigilar y hacer oír su voz. Es posible que el niño se enfade y coja una pataleta, pero siempre es preferible tener a un niño enfurruñado durante un tiempo que asfixiado en el suelo. Por cierto, hay que advertir que en la mayoría de las monedas de un euro está la efigie del Rey, y que es difícil ocultarla, aunque a algunas personas no pierden el tiempo con monedas y les gusta más jugar con sacos de billetes de quinientos euros…
