Charo Zarzalejos – Rajoy, de travesía en travesía.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Nadie le puso una pistola al cuello. Ni a él a ningún a otra persona que haya optado por la vida política, de manera que ni él, Mariano Rajoy, ni ningún otro político debe suscitar eso que se llama «pena». No obstante y partiendo de esta base habrá que reconocer que el Presidente del Gobierno va de travesía en travesía.

Quizás sea que eso de ser opositor imprime carácter. Hace falta tesón, esfuerzo, soledad, perseverancia y confianza en que todo ello dará el resultado esperado. Y Rajoy ha sido siempre un opositor. Lo fue en la dura travesía interna que tuvo que lidiar en su propio Partido en donde, hace apenas unos años, los cuchillos se veían por los aires. Allí, dentro de sus filas, tuvo críticas, profundas desconfianzas, alguna que otra sonada retirada e incluso una manifestación en su contra a las puertas de Génova. Fue una lucha sorda y dura, pero él, casi sin mover una ceja y sin una sola mala palabra -ni en público ni en privado- hacia nadie optó por resistir, como hacen los opositores.

Al final salió vencedor de los desafectos internos que son los peores -Rubalcaba va sabiendo algo de esto-, los más difíciles de sobrellevar y hace apenas un año, más de once millones de españoles le dieron una mayoría absoluta nunca antes conocida por el Partido Popular.

Y llegó a Moncloa; es decir a una nueva travesía en la que la ropa que llevaba en la maleta no le servía. Su programa electoral era de imposible aplicación y tuvo que organizar el temario de manera que donde había bajada de impuestos, al final resultó que era una subida y así, suma y sigue. Prometió polos de manga corta y al final ha habido chubasquero para todos. Para los que tenían trabajo y lo han perdido, para los que se sentían seguros en su confort y hoy lo están menos, para los que creían que podían seguir pagando sus hipotecas y hoy sienten el peligro de verse en la calle. La travesía es dura y larga, más para unos que para otros, desde luego pero de ella tampoco se libra el Presidente del Gobierno que supongo tendrá en más de un momento una cierta nostalgia de sus horas en soledad luchando por conseguir su plaza de registrador. Pero no tiene marcha atrás al menos durante unos años, salvo que una mañana se levante y diga, «hasta aquí hemos llegado» y convoque elecciones, cosa que no va a ocurrir porque los opositores de verdad no dejan el temario a medias.

Rajoy es el presidente de un país, España, que en cierta medida es un país amotinado. El y su Gobierno lo saben y gusten mucho, poco o nada y aunque su comparecencia se haya producido en el día e los inocentes, lo único que podemos tener seguro es que Rajoy es cualquier cosa menos una inocentada. ¿No les parece?

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