Andrés Aberasturi – El Rey.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Desde un punto de vista intelectual o racional o como quiera decirse, resulta muy difícil ser monárquico desde el momento en que despareció aquello de «por la gracia de Dios»; porque o es la divinidad quien nombra -que parece que no- o la Monarquía no tiene ningún sentido en un país democrático, en un estado de derecho. Quiere esto decir que ni por generación ni por convicción puedo ser otra cosa que republicano.

Pero ahí está el Rey. Ahí está su obra, unas veces buena y otras no tanto y ahí está la institución, vacía casi de contenidos por mandato constitucional como no podía ser de otra manera. Y lo que resulta sorprendente es que aun se hagan análisis sesudos de los mensajes que el Rey envía cada año a los españoles. Cada uno es muy dueño de opinar lo que quiera, pero pretender que en su pequeño discurso don Juan Carlos se implicara en el problema de Cataluña, descalificara la política económica del Gobierno o criticara el número de parados, es sencillamente querer ignorar quien es quién y cuales son los límites. Cuando el año pasado se refirió, sin decirlo, al «caso Urdangarín» afirmando que la justicia tenía que ser igual para todos, se mojó todo lo que podía mojarse pero en algo que afectaba directamente a la institución que representa y encabeza y no al gobierno, sea de un partido u otro, de la nación.

Ahora estamos a la espera de la entrevista que le va a hacer el maestro Jesús Hermida con motivo del 75 cumpleaños de don Juan Carlos. Bueno, pues por mucho que avisen de que la cosa va a ser «amable» y que ni Hermida, ni TVE ni el Rey están por la labor de profundizar en nada, ya hay voces que se plantean la necesidad de que se le pregunte por todo lo que puede doler en Zarzuela. No va a pasar y oiremos a los de siempre quejarse y renegar de la Monarquía -imagino que también del bueno de Hermida- reclamando la necesidad de la república.

No voy a estar en ese coro. Tampoco entiendo muy bien el régimen presidencialista que no deja de ser una herencia digamos «laica» de países con larga tradición monárquica. Y, en todo caso, puestos a dar estabilidad, no tengo nada claro que sea mejor un presidente que un rey, que vienen a costar lo mismo y a mandar casi igual. Puesto a elegir, personalmente me gusta mas la sencillez de los norteamericanos: un presidente que lo es todo y aquí paz y después dos mandatos como máximo.

Lo que no se le puede negar al Rey -aunque uno sea republicano- es que la democracia llegó a esta España nuestra porque el pueblo la quería y don Juan Carlos también; de acuerdo que él debía saber-estoy seguro que lo sabía- que no tenía ningún futuro si continuaba con un franquismo sin Franco en una Europa que no lo iba a aceptar. Pero también es cierto que las presiones por parte de aquella milicia de entonces y de no pocos oligarcas tuvieron que ser muy fuerte.

El Rey es lo que es y no parece justo llamarse a engaño cuando hace su papel que le impide mojarse en asuntos de gobierno. La mayoría de nosotros no sabemos muchas cosas que ocurren tras las puertas de Zarzuela. Lo curioso es que si las supiéramos, seguramente los republicanos serían más republicanos y los monárquicos mucho más monárquicos.

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