MADRID, 2 (OTR/PRESS)
Quizá sería el momento de discernir qué es España, pero no entre el sinfín de opciones que semejante dilema ofrece, sino únicamente entre dos: ¿Un país o una selva? Si es un país, entonces María Dolores de Cospedal no puede ganar por su trabajo político, tan prescindible por lo demás, unos 200.000 euros brutos anuales en las actuales circunstancias. Si, por el contrario, España es una selva, un intrincado y oscuro escenario de depredación, un sálvese quien pueda, un violento territorio para la supervivencia del más fuerte, del más listo o del más rico, entonces la inquietante secretaria general del PP, presidenta de Castilla-La Mancha y me imagino que todavía senadora y cobradora de trienios de su pasado empleo en la Administración, puede cobrar eso y más, todo lo que quiera o todo lo que pueda en el caos de la jungla.
La ciudadana Cospedal, que en uso y abuso de su mayoría en el gobierno regional que preside decidió que los diputados autonómicos sin responsabilidades de gobierno, o sea, de la oposición, no cobren nada, apenas unos pocos euros en concepto de dietas, debe entender que la política es cosa de ricos, y se ve que como le gusta mucho la política, hace lo que es preciso, cuando menos en Castilla-La Mancha, para permanecer en ella. Desde esa perspectiva, valer, lo que se dice valer, vale, pues a sus jugosos y variados emolumentos, formalmente superiores a los del propio Juan Carlos, añade un Cigarral en Toledo y, lo que establece indiscutiblemente que uno es rico de verdad, le sale negativa, a devolver, la declaración de la Renta.
Ante los amagos secesionistas, tan recrecidos últimamente, convendría saber qué es España en éstos momentos, con éste régimen, con éste sistema y con éste Gobierno, a fin de averiguar por qué la gente, y no sólo la que amaga, quiere marcharse de ella. De entrada, y al hilo de las trayectorias dinerarias de tantos políticos, podría llegarse rápidamente a la conclusión de que no es un país donde reina la equidad, ni la justicia, ni el decoro privado, ni la higiene pública, o, lo que es lo mismo, que es, más bien, una jungla, un oscuro y húmedo pantanal sarpullido de trampas donde sólo el que trepa a la copa de los árboles ve la luz.
