Charo Zarzalejos – Día de Reyes y el paso del tiempo.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Se acabó la noche mágica, esa noche que comienza con la cabalgata y que ha acabado hoy mismo, cuando en el salón confortable, o en la cocina humilde aparecen paquetes que ayer sábado no estaban. Son los Reyes los que han llegado para iluminar la cara de miles de niños y trasladar a sus padres a esa infancia que se fue pero que se repite de manera indeleble a lo largo de la historia de la humanidad. Los niños trajinan por la casa con sus regalos viendo detrás de cada uno de ellos la mano de su rey favorito y comprueban, absortos, que los camellos han devorado las pieles de patata que dejaron cerca de la ventana. ¡Se lo han comido ,mama! Los mayores les miramos con una media sonrisa rogando que así sea siempre, que no crezcan para evitar que sus caras dejen de iluminarse ante la fascinación de los Reyes Magos. Los mayores, en muchas ocasiones, pedimos lo imposible, porque imposible es evitar el paso del tiempo. Imposible que nuestros hijos no crezcan y que incluso se vayan para no volver ni en Navidad.

Para los que siendo aún muy jóvenes vivimos la Transición, el Rey, en este caso el Rey de España, es la mejor muestra del tiempo que pasa. Hoy, con la llegada de los Reyes Magos, el Rey cumple 75 años. Cuando su plenitud física era total, afrontó la ingente tarea -junto con políticos generosos y de primera_ de sacar a España del tiempo oscuro para llevarla a tiempos de luz que es tanto como decir a tiempos de libertad, base y fundamento de la democracia y del propio ser humano. Sin libertad no somos nada.

Deseamos que a nuestros niños no se les deje de iluminar la cara que es tanto como pedir que el tiempo se pare y muchos de nosotros, cuando, el viernes en TVE, escuchábamos a personajes relevantes de España que han entrado en la setentena hablando del que fuera su presente y del futuro no pudimos evitar esa media sonrisa que hoy esbozaremos ante nuestros niños, al comprobar que, efectivamente, el tiempo ha pasado. Mirando a esa generación, a la del Rey, y sabiendo de donde venimos como país y a donde hemos llegado, es fácil reconciliarse con el paso del tiempo. Su paso, es verdad, tiene efectos devastadores porque se lleva por delante muchos afectos y descubrimos, cuando nos miramos al espejo, que cada día que pasa nos parecemos más a nuestras madres, pero es ese paso del tiempo el que nos hace descubrir que es necesario que nada permanezca como está para seguir avanzando. Para que nuestros hijos tomen el testigo de la libertad y del esfuerzo necesario para defenderla y los hijos de nuestros hijos, el día de Reyes, se despierten nerviosos como hoy lo hacen ellos. Como dijo Iñaki Gabilondo, «la vida es un lío monumental».

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