MADRID, 12 (OTR/PRESS)
Para los que todavía tienen dudas, Esperanza Aguirre dejó la presidencia de la Comunidad de Madrid para no quemarse en las operaciones de privatización y recortes que tenía planeadas desde hace mucho tiempo. Desde su posición en la presidencia del PP madrileño, sigue erosionando al presidente Rajoy con la esperanza de sustituirle en la dirección del partido y en la presidencia del Gobierno cuando el presidente quede carbonizado por sus reformas.
Cuenta con un equipo de incondicionales cuya cabeza es Ignacio González; la punta de lanza en una actuación vicaria y provisional de la todopoderosa Esperanza Aguirre que está haciendo el trabajo sucio para cuando vuelva ella a la presidencia de Madrid. El desgaste que lleva a cabo Aguirre de Rajoy tiene hitos importantes. El euro por receta, la política antiterrorista frente al final de ETA y sus apariciones espectaculares en el asunto Carromero son indicios claros de su intención de poner en aprietos a Rajoy y de aglutinar a las bases más radicales del Partido Popular.
Frente a la prudencia con la que el Gobierno ha tratado el tema Carromero, Aguirre pretende presentar a Angel Carromero como víctima, en vez de cómo el conductor imprudente que acabó con la vida de un significado disidente de la revolución cubana. Y su ecuación es como todas elemental: si el accidente ocurrió en un país que ella demoniza como dictadura, Carromero es indiscutiblemente inocente, aunque no exista duda alguna de que se trató de un accidente por conducción temeraria de quien era novel en la conducción y tenía un santuario de multas.
Esperanza es una persona esencialmente autoritaria que no concibe la discrepancia como una herramienta de la democracia. Su tecnología es el dogmatismo: no admite nunca la posibilidad de no tener razón desde la superioridad que le da esa extraña personalidad mixtificada entre marquesa y personaje vulgar de la calle. Utiliza las malas palabras y los tacos con la misma naturalidad que un vestido de Chanel, que además es de imitación. Es mucho más lista que Rita Barberá y no usa bolsos de Vuitón aunque vaya siempre impecable. Y la forma despectiva con la que se manifiesta ante los discrepantes tiene un arraigo aristocrático en considerar a los demás idiotas e inferiores. Ha conseguido la sumisión en su entorno; y quien no le obedece, sencillamente desaparece. Y así ha ganado elección tras elección contando con la inestimable colaboración de un socialismo madrileño, encabezado con Tomás Gómez cuya única obsesión real es mantener el control de su partido.
La privatización de la sanidad madrileña y de Telemadrid es un jugoso negocio para grupos empresariales afines. En cuanto se consumen los despidos del noventa por ciento de la plantilla -excluyendo claro está los jefes- se procederá a la privatización del único canal que tiene el nombre de Madrid. Y entonces, los amigos de Aguirre convertirán la televisión en un negocio y en un altavoz de la propaganda de la lideresa.
Para que no haya dudas y sin necesidad de ofertar disimulos, Juan José Güemes, que fue una de las manos derechas de Aguirre e impulsor de la privatización de la sanidad madrileña, utiliza la sangre de los madrileños -nunca más exactamente dicho- como palanca de su enriquecimiento personal. Y no cuaja una pregunta elemental. Por qué le salen a la empresa de Güemes más baratos -que no a los madrileños- los análisis de sangre que a los laboratorios de la seguridad social. Muy sencillo: porque se eliminan muchos análisis y porque los sanitarios de la empresa privada tendrán sueldos de cuasi esclavitud. Esa es la tierra quemada que prepara Esperanza para su regreso triunfal cuando sus lacayos hayan terminado el trabajo sucio que ella les ha encargado.