Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – El Estado inexplicado.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

España suele ser un país que se define, entre otras peculiaridades políticas, por su falta de transparencia. Algo que no afecta solamente al Gobierno de turno o a la ocasional oposición, sino a las instituciones, al mundo empresarial y, desde luego, a las actividades de la algo caótica, desestructurada y magmática sociedad civil. Yo diría que la ausencia de una vida parlamentaria bien concebida, la dispersión judicial y el hermetismo de los ejecutivos, junto con la situación angustiosa en la que viven los medios, contribuyen bastante al auge de este «Estado inexplicado», del que en la semana que hoy concluye podemos encontrar abundantes ejemplos.

Nadie nos da razones lo suficientemente satisfactorias, sin ir más lejos, sobre la dimisión abrupta del «número dos» de Interior, Ignacio Ulloa, en un momento en el que este Departamento es un hervidero de fricciones derivadas de esos informes policiales no solicitados (o sí…), refriegas competenciales entre Policía y Guardia Civil, filtraciones y un largo etcétera, todo bastante misterioso. ¿De verdad es creíble que Ulloa, manifiestamente enfrentado al director de la Policía Nacional, haya dado el portazo por motivos meramente «personales»?. Me parece que el ministro Fernández Díaz nos va debiendo una explicación franca y abierta, sin escudarse en inexistentes razones de Seguridad del Estado. Lo inseguro es, precisamente, la perplejidad ciudadana ante episodios de este tipo.

O podríamos hablar de los muchos silencios derivados del «caso Noos», o «caso Urdangarín», si usted así lo prefiere. Todo lo que se refiere a este asunto, en el que ahora se quiere mezclar a personas muy relacionadas con el Rey, exige una declaración completa de algún portavoz de La Zarzuela, que ponga las cosas en su sitio. No se puede permitir que un chantajista, como el ex socio del yerno de Don Juan Carlos, pretenda poner patas arriba una institución sólida y ahora tan necesaria como la Corona. Ni es tolerable que algunas voces argumenten, sin más, que la suspensión de un viaje del Monarca a Abu Dhabi se debe a las ramificaciones del «caso Noos», mientras que otros aluden a la salud del Jefe del Estado. La etapa de aperturismo informativo inaugurada en La Zarzuela por el nuevo equipo de la Casa del Rey ha de quedar patente también, y especialmente, en este momento.

Y sí, yo quisiera explicaciones más completas sobre la salud de la economía española, en lo que parece ser el inicio de un «momento dulce» (un poco más dulce), quizá porque los sólidos valores del Ibex se han puesto a buen precio tras el tiroteo mediático procedente de los «salmones» anglosajones. Lo que estoy preguntando, en dos palabras, es si ese cerco exterior al que España está o ha estado sometida tenía que ver con lograr gangas para esos inversores extranjeros que, apoyados en el cañoneo mediático, regresan ahora con el carrito de la compra. ¿Algo que decir desde Economía, desde Hacienda, desde el silente «observatorio económico» de La Moncloa?

Ya puestos, incluso me gustaría que el Gobierno que preside Mariano Rajoy -mejor él mismo- explicase a los españoles cómo piensa enfrentarse al inmenso y descabellado desafío que está planteando al Estado el mesías Artur Mas. Al menos a mí no me bastan las alusiones desde el atril del Consejo de Ministros a la ilegalidad y a la presunta inutilidad de esa «declaración conjunta» soberanista de Convergencia -con arrogancia-, Unió -con dudas- y Esquerra Republicana -con la alegría de haber recibido un regalo inesperado-. Parece como si desde el Ejecutivo central siguiesen sin tomarse en serio la amenaza procedente de la presidencia de la Generalitat de Catalunya. ¿Existe algún «plan B»? Silencio igualmente. Y menos mal que CiU-ERC se han quedado solos en su proclama, habiendo al fin abandonado su ambigüedad -también en el PSOE faltan muchas aclaraciones- los socialistas catalanes…

Así las cosas, ¿cómo extrañarse de la desconfianza de los ciudadanos ante los equilibrios en el trapecio de su clase política, de sus delegados de todo orden? Es que ya llegamos a los extremos de que ni siquiera la dimisión/cese de un vicealcalde madrileño, tras dos meses de angustia derivada del horror del Madrid-Arena en Halloween, ha sido abierta y verazmente comentada a la gente de la calle. Todo queda en los cenáculos, en los aparatos partidarios, en los sanctasanctorum políticos, como si lo que ocurre no nos perteneciera a todos, los votantes que elegimos y los «cotizantes» que cumplimos con nuestros impuestos. Esos impuestos que sirven para pagar los sueldos y las representaciones de quienes, valga la redundancia, dicen representarnos.

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