MADRID, 13 (OTR/PRESS)
Todos los estudios demoscópicos son demoledores para el Gobierno de Mariano Rajoy. Solo un cuarenta y cinco por ciento de quienes le votaron en las últimas generales estarían dispuestos a repetir. El voto que se manifiesta estable es solo el 29,8 por ciento de los votos. Con ese resultado, ningún partido ha ganado unas elecciones en la historia democrática de España.
Todos los ministros suspenden, y los que peor nota tienen, por este orden, son Wert, Bañez, Gallardón y Montoro. Los rostros de la agenda conservadora del PP y los protagonista de los más crueles recortes que aumentan la desigualdad entre los españoles.
Mariano Rajoy solo tiene a su favor la mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado y el control de la mayoría de ayuntamientos importantes y comunidades autónomas. Eso le da un margen de resistencia porque no hay elecciones en el horizonte cercano. Pero el desgaste en solo un año de gobierno es muy grave porque en la pequeña distancia no se vislumbran mejoras y la calle sigue progresando en sus protestas.
El PSOE no despega, e incumple la ley de la física política de los vasos comunicantes, que determina que lo pierde el partido del gobierno lo gana el partido de la oposición. El PSOE no reacciona. No se ha hecho todavía la autopsia del cadáver del partido y no se han determinado las causas de su extraordinario declive. Sin medidas drásticas y profundas que le devuelvan una identidad socialdemócrata, no podrán resucitar al muerto. Y no están por la labor, porque quienes controlan el partido miran por sus posiciones de poder y no por los objetivos del partido.
Este año promete ser intenso, duro y conflictivo. La calle reacciona al margen de los partidos, y la desafección se incrementa por los escándalos de corrupción, nepotismo y el aumento de las desigualdades. España es una sociedad de castas en la que los poderosos no tienen limites a sus ambiciones y los ciudadanos se están convirtiendo en súbditos. La única esperanza para el futuro es que las mareas ciudadanas lleguen a atemorizar a quienes nos gobiernan.
