José Luis Gómez – A vueltas con España – Demasiados deberes pendientes.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Casi un 40% de las medidas que presentó el ministro de Economía lleva retraso, según un informe del diario El País. Siguen en el aire cosas tan importantes como la reforma de las pensiones, la racionalización de las administraciones públicas, aspectos importantes de la reforma financiera o del mercado de trabajo, definir de una vez qué sanidad habrá en España y qué educación tendrán las nuevas generaciones, la ley de emprendedores… Infinidad de asuntos, en definitiva, que mientras están aparcados tal vez molestan menos pero cuyo retraso no contribuye precisamente a generar confianza.

Parece evidente que el Gobierno tiene que acelerar y hacer sus propios deberes; es decir, sus compromisos ante la ciudadanía. En realidad, sería mejor que esas y muchas otras medidas estuvieran consensuadas con la Oposición, los sindicatos y los empresarios, pero a estas alturas va a ser que no, lo cual es todo un problema en dos sentidos: la sociedad no está comprometida con las reformas y sus costes no se reparten de manera justa o al menos proporcional. Luis de Guindos debería estar preocupado por lo que está haciendo o, si se prefiere, por todo lo que no está haciendo.

En esta crisis se echan de menos medidas de acompañamiento habituales en procesos similares como fueron el plan de estabilización del 59, la crisis del 73, los pactos de la Moncloa, la reconversión de los 80 o la crisis financiera de los 90. Como se recuerda en el libro «Cómo salir de esta», que Actualia Editorial pone este lunes a la venta, en otras recesiones también hubo ajustes pero a la vez se instrumentaban cuidados paliativos o se abrían nuevos horizontes. Así, por ejemplo, la entrada de España en la entonces llamada CEE trajo, por un lado, oportunidades de exportación y, por otro, convirtió España en destinatario privilegiado de fondos estructurales, con la consecuente mejora de sus infraestructuras y el desarrollo de la construcción, que es un sector locomotora para el empleo y el propio crecimiento, dada su capacidad de influencia en muchos otros segmentos de la producción.

Por el contrario, lo único cierto ahora es que España sigue sin modelo económico alternativo a la construcción y que el discurso político dominante se reduce a la austeridad presupuestaria. Ni siquiera hay un horizonte claro en Europa, donde hasta que pasen las elecciones legislativas alemanas de septiembre de 2013 parece improbable intuir cambios de fondo. Es comprensible que los españoles se sientan cada vez menos optimistas sobre el futuro y que, según una encuesta de Metroscopia, siete de cada diez ciudadanos piensen que el país está al borde de un estallido social por el paro y la pobreza. Por mucho que el ministro Guindos diga en La Razón que el Gobierno no prevé más recortes de gasto ni más ajustes de impuestos, puede no ser suficiente.

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