Antonio Casado – En el partido de Bárcenas.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

La número dos del PP, María Dolores de Cospedal, insiste en que su partido no tiene nada que ocultar. Es congruente con la decisión adoptada por el Comité Ejecutivo de encargar a una Auditora externa la investigación de sus cuentas. A la hora de escribir este comentario desconozco los detalles. El principal, saber a qué periodo correspondería la externalización del estudio y cuáles serían las incógnitas a despejar. Dos son las cuestiones centrales. Una, si los famosos sobresueldos se declararon al Fisco, tanto por la parte donante como por la parte receptora. Y otra, si esos fondos eran de procedencia ordinaria o si están incursos en supuestos de financiación ilegal. Mientras tanto, la pasión indagatoria de Cospedal o el genérico compromiso del PP contra la corrupción no van más allá del voluntarismo impuesto por las circunstancias.

De esas dos incógnitas centrales cuelgan otras que sirven de pasto para la voracidad especulativa del columnista, el adversario político o el españolito agobiado por la sospecha de estar rodeado de sinvergüenzas. El de moda es Luis Bárcenas, exgerente, extesorero y exsenador el PP. ¿Cómo es posible que con esas dedicaciones llegase a acumular una fortuna de 22 millones de euros en dinero negro aparcado en Suiza? El interesado lo explica por sus negocios en la construcción y la compra-venta de obras de arte. ¿Y no tuvo nada que ver en la formación de ese patrimonio «mobiliario» (y tanto) su libre acceso al dinero y las cuentas del PP durante 20 años en la vida de este partido? El hecho de estar ya imputado por fraude fiscal y blanqueo de capitales en el caso «Gürtel» nos indica que, de momento, el extesorero del PP era incompatible con la transparencia.

La dirección del PP dice desconocer cualquier irregularidad. Como si los goles que le meten al Real Madrid en realidad son goles a Casillas. «Que cada palo aguante su vela», es la doctrina Cospedal, alegando la no militancia actual de Bárcenas. Y, en todo caso, endosando las eventuales responsabilidades a quien hubiese aceptado los famosos sobresueldos, puesto que en el PP se declaran a la Hacienda Pública todos los ingresos y todos los gastos, mientras que las cuentas ordinarias están debidamente fiscalizadas por el Tribunal de Cuentas. Lo que pasa es que existe la codicia, la tentación del dueño de la llave y, en el caso de Bárcenas, la contabilidad creativa, de la que Bárcenas debía ser un virtuoso. La dirección oficial se aferra a la teoría del «no me consta», pero existe la omisión, la desidia o el desconocimiento. Y también por eso se peca políticamente.

En el oficio de los servidores públicos no se puede contar de antemano con una cantidad extraviada en las malas prácticas, como los grandes almacenes descuentan de su contabilidad ordinaria una cierta cantidad extraviada en los robos de los clientes. En política hay que dar la cara y ser creíbles. Una asignatura que por ahora no está superando la dirección oficial del PP.

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