MADRID, 22 (OTR/PRESS)
Hay un dicho entre los periodistas de que «perro no muerde carne de perro». Pero vaya si muerden. Puede que no sea sólo de periodistas. Un importante político de la izquierda española decía que la suya es «la única profesión en la que perro muerde a perro» y, además, con rabia, como si en ello le fuera la vida. Más aún, «ese es nuestro trabajo», remataba. No hay como pasear por los pasillos del Congreso para comprobarlo. Parece mentira que estando como estamos, baste que el principal partido de la oposición haga una propuesta, aunque sea buena, para que el partido en el poder, con mayoría absoluta, haga lo contrario. Incluso para que haga lo contrario de lo que había prometido.
En su defensa habría que decir que lo mismo sucedía antes, cuando los que mandan ahora estaban en la oposición y éstos en el poder. Perro muerde perro, no juega con perro y no escucha a otro perro. Y así nos va. No sé si les pagamos para eso, pero me parece que, si es así, estamos tirando el dinero. Dejamos en sus manos la enorme responsabilidad de gobernar y de legislar sobre nuestras vidas y durante cuatro años pueden hacer lo que quieran. Incluso no escuchar la voz de los ciudadanos en la calle. A todos los que ganan unas elecciones se les llena la boca diciendo que gobernarán para todos los españoles, tanto para los que les votaron como para quienes querían botarles. Si no escuchan a los ciudadanos -«ese público al que tanto quiero y al que tanto debo», que diría una folclórica- como van a escuchar a los que no piensan como ellos.
Decía en 1976, en plena transición, el gran Premio Cervantes José Jiménez Lozano -y ahora lo recuerda con acierto la revista Acontecimiento- que «un pueblo sin élites, conscientes de su papel ético y cultural, con élites fascinadas por todo lo epidérmico y superficial del mundo entero, y jugando al péndulo de las ideas «snobs», en las que esas élites no arriesgan nada, pero un pueblo quizá todo, tardará mucho tiempo en encontrar o en recobrar su conciencia de identidad profunda y será zarandeado pro mil solicitudes».
Los que llegan a la política, en su inmensa mayoría, lo hacen sin haber trabajado antes ni en la administración ni en la empresa privada. Y en la política siguen toda su vida, sin pisar una obra, un despacho, un hospital o una escuela, salvo que, gracias a la política, encuentren acomodo en empresas públicas, generalmente, o privadas, en la mayor parte de los casos cercanas a las responsabilidades políticas que asumieron. Cuando perro muerde perro, lo que está haciendo es defender su comida. Hay muchos políticos que tratan de hacer bien su trabajo, pero los que suenan más, en muchas ocasiones impiden que a ese noble trabajo accedan no ya los mejores, sino, al menos, los que saben lo que cuesta trabajar y ganarse un sueldo. [email protected]