MADRID, 25 (OTR/PRESS)
Al saberse que ya estamos al borde de los seis millones de parados, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de paso por Perú, dijo que el año que viene será mejor. También decía en vísperas de las elecciones generales del 20-N que el PP arreglaría la economía en dos años. Pero no fue el único en recurrir a una cuestión de fe. En Davos, donde se le echó de menos, la canciller alemana, Angela Merkel, sin dejar de escandalizarse por el paro juvenil en nuestro país, volvió a aplaudir la política de austeridad de España y se felicitó de que las reformas están empezando a dar sus frutos.
Deberían explicar mejor ese vago sentimiento de autosatisfacción por los frutos de una durísima política de ajustes y la esperanza en una más o menos pronta salida de la crisis. Mientras no lo hagan con mayor capacidad persuasiva tendremos que atenernos a la amarga y verificable realidad. La que desprenden las previsiones del FMI (Fondo Monetario Internacional), que anuncia para 2013 un año más de recesión. Y la que proyecta el dato del paro al cierre del año 2012. El año acaba de terminar con 691.700 más y 850.400 puestos de trabajo menos.
Estos son los frutos de la cruzada contra el déficit público. Esto es lo que da de sí la política de austeridad dictada desde Berlín. Claro que Merkel no habla de austeridad sino de «consolidación» como antesala del crecimiento. «Consolidación y crecimiento son caras de la misma manera», dijo el otro día en Davos. Eso está por ver, porque hasta ahora no nos ha sacado de la crisis económica sino que nos ha hundido más en ella en términos de recesión y paro según la siguiente secuencia: los recortes nos llevan a la recesión y la recesión, en el uso y el abuso de la reforma laboral del Gobierno Rajoy, al despido fácil y barato.
La reforma laboral no ha servido en absoluto para mantener el empleo mediante una política de ajuste salarial sino para imponer los ajustes salariales sin dejar de aprovechar las previsiones legales en orden a una forma de despedir. Con tan notable rebaja en los costes laborales aumentó la competitividad, y por tanto las exportaciones, de los productos españoles (aunque en el tramo final de 2012 volvieron a bajar), pero las cifras del paro no han dejado de crecer hasta estos 5.965.000 reflejados en la última EPA (Encuesta de Población Activa).
A lo mejor se refería a esto el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, cuando el otro día irrumpió en las redes sociales con una extravagante declaración pública en la que vino a decir que «la reforma laboral está empezando a dar sus frutos». Y luego se sumó al voluntarismo oficial que nos invita a comprobarlo a lo largo del año recién estrenado.
A uno se le viene a la cabeza aquello de que si el gran pecado político de Zapatero fue su tardío reconocimiento de la crisis económica, el de Rajoy ha sido el de hacernos creer que con la victoria electoral del PP todo empezaría a mejorar. Pues no.