Día de san Francisco de Sales: Una oportunidad para reflexionar sobre el periodismo.


Un año más, periodistas y escritores acabamos de celebrar el día de nuestro patrón, san Francisco de Sales. En Ourense, el señor obispo, monseñor Leonardo Lemos Montanet nos invitó a una comida que tuvo lugar en uno de los salones del Seminario Mayor del Divino Maestro, en el monte de Ervedelo, desde donde se divisa una bella panorámica de la ciudad de Las Burgas con su docena de puentes, entre ellos, el romano, de tiempo de Augusto, cuyo arco central tiene una luz de 38 metros, la mayor del Imperio Romano.

Varios periodistas compartimos mesa y mantel con don Leonardo, todo un descubrimiento para quienes no le conocían pues hace menos de un año que tomó posesión. Su cordialidad y simpatía son manifiestas, y a mayores es un excelente conversador y contador de historias. Nos obsequió a cada periodista con un ejemplar de su pastoral impresa en castellano y en gallego, ¡Querer creer!, con motivo del “Año de la Fe”. Algunos comunicadores le solicitaron que se la dedicase para su madre. Después de los postres y de los licores, entre ellos uno verde esmeralda, creo que de menta, nos dirigió unas palabras de agradecimiento, contó algunas anécdotas de san Francisco de Sales, y nos hizo la recomendación de no contar solo cosas negativas, sino mostrar también la otra cara de la realidad.

¡Cómo me gustaría contar cosas positivas más a menudo! Pero se hace difícil viendo tanta injusticia y un mundo que parece girar al revés. Sé que las hay. Asumo que los medios de comunicación deberíamos ofrecer esperanza y contribuir a que la sociedad no caiga en un escepticismo feroz. La homilía de monseñor Munilla del día de san Sebastián abordaba este peligro, a pesar de reconocer que la corrupción de la vida pública es uno de nuestros grandes males morales. Pero el mal de la corrupción va mucho más allá de los casos puntuales de los políticos y banqueros de turno. Los casos Bárcenas, Naseiro, Filesa o cualquiera de las tramas, conocidas o no, y los desfalcos bancarios no dejan de ser operaciones personales locales, con consecuencias sí, y ahí están las víctimas de los desahucios, preferentes y demás productos tóxicos. Pero en estos casos, si bien la ambición es ilimitada, no hay, digamos, un plan maléfico a gran escala para eliminar y esclavizar a los seres humanos más desfavorecidos. Otra cosa es la corrupción del sistema, proyectada no tanto a lo personal, como a lo global, léase Banco Mundial, FMI, y demás organismos internacionales implementadores de políticas alienantes y empobrecedoras. Como cuando Hugh Moore diseña en 1968, a petición de Rockefeller, la campaña Population Bomb en la que compara los daños de la bomba atómica con los del crecimiento de la población. O los planes siniestros de las grandes naciones para exprimir y empobrecer a los desheredados, robándoles el café, el cacao, los brillantes o el coltan. Esta cita que ya he publicado en alguno de mis escritos ejemplifica lo que estamos diciendo. Se trata del informe NSSM 200 “National Security Study Memorandum 200”, conocido como Informe Kissinger, un proyecto sobre la seguridad nacional que alerta sobre el crecimiento de la población en lugares del Tercer Mundo ricos en materias primas que los Estados Unidos necesitaban, y el peligro de que el crecimiento de esos países hiciese tambalear su seguridad económica. Para atajar este problema se ideó un plan diabólico de control de población denominado “Ayuda por Control de Natalidad”. El proyecto se consideró como “asunto de máxima importancia” y se clasificó como materia reservada. En 1989 el informe fue desclasificado en virtud del “Acta de Libertad de Información” (FOIA, por sus siglas en inglés). En él leemos perlas como esta: “La ubicación de conocidas reservas de metales del más alto grado de la mayoría de los minerales, favorece la creciente dependencia de todas las regiones industrializadas de las importaciones de los países menos desarrollados. Los problemas reales de los suministros de minerales y reservas energéticas no consisten en si hay una cantidad básica suficiente, sino en los posibles conflictos políticos y económicos que pueden estallar en esos países, que impidan el acceso a dichos suministros en condiciones aptas para su explotación. […] Se debe dar prioridad, en el programa general de ayuda, a ciertas políticas de desarrollo que fomenten programas de educación para tener familias más pequeñas y controlar la natalidad…”. Es decir, que no se multipliquen, no porque no haya recursos para todos, sino para que no creen conflictos que nos impidan acceder a sus materias primas. Estos planes siniestros puestos en marcha por gobernantes criminales nos contestan a la eterna pregunta de por qué no se acaba con el hambre en el mundo. No interesa tener a los habitantes del Sur sanos, fuertes y numerosos, porque se acabaría el chollo de los países ricos.

Esta realidad hay que gritarla a los cuatro vientos. Los periodistas deberíamos denunciar a diario que más de 15.000 niños mueren al día de hambre y enfermedades evitables y curables. Esto es vergonzoso y hay que decirlo. Pero esta mala, malísima noticia es inseparable de otra muy positiva y no menos veraz: que no todo está perdido; que se puede cambiar el mundo; que se puede acabar con el hambre. Para ello es preciso dar a conocer los engranajes del sistema, arrojar luz sobre los entramados de poder que tienen esta aldea global en un estado de entropía sin límite. ¡Esta es mi buena noticia! Jesús de Nazaret anunció la liberación de los pobres y oprimidos hace dos mil años. Ya va siendo hora de que nos despertemos del letargo y nos pongamos manos a la obra ¡No podemos dejar solos a los que ya lo están haciendo, y no podemos olvidar a los que ya han pagado incluso con su vida. ¡A ello pues!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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