MADRID, 28 (OTR/PRESS)
Buena noticia la de que, por fin, el Gobierno y la oposición parecen en vías de ponerse de acuerdo en un plan que fomente el empleo y la creación de trabajadores autónomos. Curiosamente, el plan lanzado a los cuatro vientos el domingo por Alfredo Pérez Rubalcaba coincide hasta en algunos números con el que dicen algunos ministros, como Fátima Báñez, que es la titular de Empleo, que pretende aprobar el Ejecutivo en las próximas semanas. Responden así Gobierno y oposición a un clamor, que considera insuficiente la reforma laboral y desfasados los postulados sindicales, mucho más atentos a defender los empleos actuales que a crear otros nuevos, aunque sean de menor calidad.
La verdad es que no conozco a un solo joven desempleado -y son la mitad los que tienen esta desafortunada categoría- que no prefiera un «part job», un trabajo parcial, uno de esos que han salvado a Alemania y que los sindicatos califican como «trabajo basura», a un «no job», es decir, a permanecer en sus casas mano sobre mano, engrosando las filas de los «ninis», haciendo absolutamente nada. Estamos de acuerdo en que se degrada la calidad del puesto de trabajo, pero, al menos, dándose de alta decenas de miles de jóvenes que quieren emprender como autónomos, se darán al tiempo de baja en las listas del paro, con lo que, en principio, la Seguridad Social tendrá una ganancia doble. Y, con una buena dosis de realismo, salvamos una situación que está adquiriendo tintes desesperados.
Imposible imaginar por qué se está tardando tanto en tomar estas medidas complementarias, que estarán presuntamente incluidas en esa «estrategia de emprendimiento y empleo joven» que se diseña desde el equipo económico del Gobierno. También difícil de imaginar son las razones por las que el principal partido de la oposición, el PSOE, se ha demorado hasta este punto en lanzar a su secretario general a ofrecer un gran pacto nacional en este asunto. Fomentar el emprendimiento y, por tanto, la creación de trabajadores autónomos es, muchos llevamos diciéndolo demasiado tiempo, la única manera de aminorar las pavorosas cifras del desempleo nacional, en general, y del juvenil, en particular. Algo debe moverse urgentemente en las anquilosas estructuras (y mentalidades) de este país nuestro, empezando por los partidos políticos, continuando por los sindicatos, las instituciones y la propia sociedad civil.
Pero la revolución de mentalidades y estructuras ni debe limitarse al campo de lo laboral, que sin duda es muy importante, ni debe afectar en sus beneficios solamente a los jóvenes. Llevo tiempo recorriendo España en busca de casos de emprendedores para publicarlos en un libro de «Historias ejemplares» y he constatado que no todos los que no se resignan al paro o a una nómina absurda, o a emigrar en malas condiciones, tienen necesariamente menos de treinta años: el tiempo ocioso, o la necesidad, han empujado a muchos mayores de esta edad a iniciativas por cuenta propia. A emprender, que es palabra de moda a la que ahora debe dotarse, además, de realidades y ayudas tangibles.
El gran pacto entre las fuerzas políticas nacionales, que ya digo que no debe afectar solamente al terreno del trabajo, ni a la lucha contra la corrupción, se está demorando demasiado. Ahí tenemos el debate sobre el estado de la nación, dentro de tres semanas, para anunciarlo «urbi et orbe». No pierdo el optimismo, pese a las lecciones de racanería política que nos dan casi cada diariamente algunos de estos políticos nuestros: ¿ahora sí? Déjenme soñar, aunque sea por unas horas.