Fernando Jáuregui – No te va a gustar – Una gran oportunidad ante nosotros.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Quien suscribe no se encuentra entre quienes lanzan las campanas al vuelo ante cualquier asomo de «brote verde» económico, que los hay, pero insuficientes. Ni tampoco figuro, me temo, en el pelotón de quienes todo lo fían a la acción de sus gobernantes, a los que luego increpan cuando las cosas salen mal: «piove, porco Governo». Supongo que aún no hay suficientes motivos para ver el horizonte de color de rosa, diga Luis de Guindos lo que diga sobre no sé qué recuperación ya en este mismo año. Pero perdone usted, amable lector, si hoy me muestro optimista, más a medio plazo que a corto. Tengo varias razones para abonar cautas esperanzas, que ni por asomo pueden llegar a bordear la euforia, ya que aún las dificultades para modernizar este país nuestro siguen siendo muchas, demasiadas.

Sí le diré a usted, amigo lector, que acaso estamos a las puertas de un «pactazo» entre Gobierno y oposición, que supondría -ojalá se concrete- un nuevo concepto de las relaciones laborales, y que nos sacaría, nos empezaría sacar, del horror de los seis millones de parados, un ejército que ha de ser una pesadilla para cualquier gobernante y para quien aspire a serlo. Cambiar la mentalidad actual, que desea, ante todo, convertirse en funcionario-para-toda-la-vida, trocándola por que la mayoría de los jóvenes pretenda convertirse en emprendedor, será, sin duda, la revolución más importante y útil que España podría afrontar en estos momentos. Que la generación de 2020, que es la que mandará en nuestro país, la que habrá de afrontar el mantenimiento de la sociedad del bienestar tal y como hoy la conocemos y disfrutamos -o lo más semejante que se pueda-, adopte plenamente esta revolución resulta esencial para que España se modernice de una vez y ocupe el lugar que le corresponde entre los países más avanzados. De veras que esto ha dejado hace tiempo de ser mera retórica.

No es el laboral -cuánto, por cierto, tienen que modificar sus planteamientos los sindicatos, anclados en postulados de imposible cumplimiento- el único «pacto político» necesario y deseable, aunque el iniciado este martes es el sendero que llevará a otras cosas, confiemos. Hay, entre otros, un enorme acuerdo territorial pendiente, que supongo que podría comenzar a hilvanarse cuando, dentro de unas horas, el presidente de la Generalitat catalana, que está lejos de ser un estadista con visión de un futuro integrado e integrador, se encuentre con el Rey Juan Carlos, que, por supuesto, sí tiene esta visión en su horizonte. En todo caso, este encuentro, que no puede quedarse en lo rutinario -sería mala noticia que así fuese-, ha de marcar el inicio de un camino. Otra oportunidad que no debe perderse por cegueras y cobardías políticas: si hay que introducir reformas en la Constitución para embridar y limitar las aspiraciones secesionistas, contentando una parte de las exigencias nacionalistas, pues hágase para evitar males mayores. Todo antes que la «mano dura» que proclaman algunos defensores de la inflexibilidad frente a los postulados que reclaman una nueva era en las relaciones entre Cataluña y (el resto de) España. Hay un camino, largo y quizá espinoso, que recorrer.

Será, presumiblemente, Felipe VI quien esté pilotando esa generación del cambio total, del inevitable cambio total que se nos echa encima. El cumpleaños este miércoles de don Felipe de Borbón, añadido a lo ocurrido hace dos días en Holanda, sigue desatando especulaciones acerca de una hipotética abdicación del Rey (que el Rey no desea), pero esa es una discusión, en el fondo, de galgos o podencos; lo esencial, a mi juicio, es que la continuidad esté garantizada y respaldada por las fuerzas políticas en su totalidad, y que esa continuidad es la que, paradójicamente, respalda el Cambio con mayúscula. Y esencial es igualmente que la Corona siga representando la integridad territorial de la nación. Creo que los españoles tenemos buenas razones para confiar en la solidez presente y futura de nuestra máxima institución. Y esa es otra buena noticia.

Einstein, que no era ningún tonto, nos dejó dicho que solamente de las crisis surgen las oportunidades; de ellas se aprende y en ellas se buscan soluciones imaginativas, porque el éxito lleva, por el contrario, aparejada la muerte de los satisfechos. Alguien, en algún momento, deberá entender que de la crisis que indudablemente afrontamos, de la nueva era que se nos ha echado encima, de esta segunda transición por la que hemos comenzado a transitar, pueden derivársenos cosas buenas. Solo falta que no nos empeñemos en repetir la maldición histórica que nos fuerza, a base de corrupción, ineptitud, egoísmo y pereza, a echarlo todo por tierra cada vez que tenemos la oportunidad de volar más alto.

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