“Give me your tired…”

La inscripción está en el pedestal de la Estatua de la Libertad desde hace más de un siglo: «Give me your tired, your poor, your huddled masses yearning to breathe free…”

No hay turista que recale en Nueva York y no se pare a leerla con devoción, antes de visitar Ellis Island, que entre 1892 y 1954 fue la puerta de entrada en Estados Unidos para más de 12 millones de emigrantes.

Recordando ese frase, uno se pregunta cómo diantres las autoridades de un país con esos principios han tardado tanto en adoptar una decisión como la que ayer anunció el presidente Obama.

El magnetismo que EEUU tiene para los inmigrantes, siempre ha sido enorme. La norteamericana es una sociedad activada periódicamente por oleadas de “cansadas, agotadas, hacinadas masas deseando respirar aire libre”, que la tempestad –como dice el poema de Emma Lazarus grabado en la Estatua- lleva hasta sus costas.

EEUU es una nación de inmigrantes y no pretende dejar de serlo. Pero en un rasgo de perspicacia, que ayuda a entender porque sigue siendo la primera potencia del planeta, va a ordenar un poco ese tráfico humano y hacerlo más selectivo.

Que hay cálculo político detrás de la iniciativa, pactada por ocho senadores de prestigio -cuatro demócratas y cuatro republicanos- y apadrinada por la Casa Blanca, es indudable.

Según la Oficina del Censo, la población latina en EEUU supera los 50 millones de personas. Son la principal minoría y la más dinámica. Abrir la espita para legalizar a once millones de indocumentados –casi todos hispanos- entraña menos riesgos político que oponerse a la reforma migratoria.

No será un trámite sencillo. Los ‘sin papeles’ tendrán que registrase, demostrar el tiempo que llevan dentro, pagar una multa, ponerse al día con los impuestos, aprender inglés y ponerse a la cola de los que han solicitado legalmente el visado.

Durante el tiempo que duren los trámites, podrán permanecer en el país, pero no tendrán acceso a seguridad social o beneficios sociales.

Y al final, deberán levantar el brazo derecho y jurar fidelidad a la bandera y la Constitución de Estados Unidos.

Como dios manda.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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