MADRID, 29 (OTR/PRESS)
Uno nunca quiere ir a urgencias de madrugada pero no siempre el cuerpo tiene un horario, y cuando la fiebre aparece y eres paciente de Hematología te toca acercarte a que te observen. Pasé la noche del lunes en La Paz rodeado de otras personas que tampoco querían estar allí pero lo cierto es que estábamos y no hay nada que una más que una enfermedad para montar una tertulia; eso y que a Benita no le terminaban de encontrar la «venita» porque la buena señora se quejaba como es lógico. Si no te quejas eres un cadáver de prácticas así que la diferencia entre un frío de mármol y un paciente es decir «¡ay!» cuando te buscan una vía con una aguja de acero.
Una larga «noche de Paz» da para mucho, para escuchar los gritos de un chaval con un brote sicótico y las carreras de los vigilantes de seguridad. También puedes detenerte en el sonido acompasado del respirador de una cama vecina que nada tiene que ver con el rumor del agua en La Alhambra, o como era mi caso conversar con mis compañeros de butaca de derecha e izquierda. A un lado tenía a un excarabinieri de Nápoles con 86 años, hecho un figura, el indiscreto camisón no tenía nada que ver con el uniforme de gala con plumas de los carabinieri; el camisón dejaba ver un micro tanga negro que en un octogenario casado varias veces no dejaba de tener un punto de humor. Y al otro lado una chica adormecida que luego dijo llamarse Sena, una cría de 16 años que estaba allí tras haberse querido suicidar con pastillas después de que le dejara su novio y tras haber abortado. A pesar del cansancio y de las pastillas su cara transmitía la imagen de una buena persona, se lo dije, pero ella no salía de su bucle de pena hasta que le insistí que no debe nada a nadie y que su obligación es vivir para disfrutar y no para castigarse. Mi conversación a dos bandas resultaba curiosa: por un lado en «itañolo» con el carabinieri y por otro en voz baja con Sena, ninguno escuchaba las palabras del otro.
Sena, repito, es una cría que me llamó «enchufado» porque me iban a dar el alta antes que a ella. No sé el tiempo que le queda de ingreso, sé que volverá a Ecuador «para rehacer mi vida». Todos los que estamos en urgencias deseamos rehacer nuestra salud y seguir viviendo a pesar del daño de las agujas como le pasaba a Benita con sus «venitas».
Ojalá cada uno tengamos nuestro «ecuador» para empezar de nuevo aunque nos parezca lejano. «Molto carina la ragazzina», dijo el carabineri antes de quedarse dormido, «sí, é vero» le respondí. Me quitaron el gotero y me dieron el alta. Salí aún de noche pero enseguida amaneció con una luz blanca de invierno muy propia de novela negra. Créanme si les digo que la vida es bella.