Julia Navarro – Escaño Cero – El factor humano.


MADRID, 31 (OTR/PRESS)

Las comparaciones son odiosas, es verdad, pero en ocasiones son inevitables. Y es que es difícil no establecer un paralelismo entre la reciente visita del lehendakari Iñigo Urkullu a Madrid para reunirse con el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, con la que hizo hace pocos meses Artur Mas. Tanto Urkullu como Mas son presidentes de dos comunidades autónomas con un peso específico y ambos son nacionalistas. Tanto CiU como PNV se han movido como pez en el agua en el marco constitucional, entre otras cosas contribuyeron a la elaboración de nuestra Carta Magna, y además han contribuido a la gobernabilidad de España con pactos puntuales tanto con el PSOE como con el PP. Hasta aquí las coincidencias. Las diferencias estriban en que durante décadas el nacionalismo de CiU no pasaba por pedir la independencia mientras que el PNV nunca negó que ese era su programa máximo.

La política, como todos los ordenes de la vida, está marcada por el factor humano. Por eso la actitud política de Iñigo Urkullu está a años luz de la de Artur Mas. En un momento en que nuestro país sufre una grave crisis económica, política e institucional, los ciudadanos esperamos que los políticos den respuesta a los problemas y estén a la altura de las circunstancias. Y así nos encontramos que Artur Mas incapaz de cabalgar sobre los problemas de déficit y paro de Cataluña, decide envolverse en la bandera catalana y engañar a sus conciudadanos diciéndoles que si acceden a la independencia todos sus problemas se resolverán de la noche a la mañana. Artur Mas ha esbozado una quimera, pero en tiempos de crisis y desolación, cuando la gente no tienen ningún horizonte claro, es fácil embaucar al personal prometiendo la Arcadia. El problema es que la actuación irresponsable y demagógica de Artur Mas está añadiendo una nueva crisis a la crisis ya existente y sobre todo está rompiendo en dos a la sociedad catalana y enfrentando a Cataluña con el resto de España. Según Artur Mas, los españoles expolian a Cataluña, planteamiento que amén de mentiroso es absolutamente ruin.

Artur Mas no tiene un proyecto político para resolver los problemas de Cataluña, para luchar contra el paro, combatir el déficit, gestionar los recursos de manera que los ciudadanos tengan una sanidad pública de calidad, o un buen sistema educativo, o que se aplique la Ley de Dependencia, etc, etc, etc. Artur Mas es un mal gobernante que intenta ocultar sus déficits envolviéndose en la «senyera».

La actitud de Artur Mas contrasta con la de Iñigo Urkullu. Y ojo, no se trata de decir que uno es bueno y el otro malo, sino de analizar la capacidad política de ambos. Para Iñigo Urkullu la prioridad es la crisis económica y consolidar el fin de la violencia en el País Vasco. Son dos objetivos ambiciosos y nada fáciles, pero son los objetivos que le demanda la sociedad.

Urkullu no renuncia a que en el futuro pueda cambiar el modelo de Estado ni a que el País Vasco pueda tener otro encaje, pero lo que no hace es echar órdagos irresponsables, ni mucho menos alejarse de la realidad. Esa es la enorme diferencia entre uno y otro, la responsabilidad y la seriedad. Seguramente, la personalidad de ambos, tan diferentes, es lo que marca su acción política. Es decir, el factor humano tiene un peso importante en el devenir de la política.

Iñigo Urkullu es un hombre tranquilo, serio, trabajador, que sin renunciar a sus ideas establece prioridades y en esas prioridades están, en primer lugar, los problemas reales de sus conciudadanos. Seguramente son muchas las cosas que separan a Iñigo Urkullu de Mariano Rajoy, pero Urkullu ha dado una lección de política al explicar cuál va a ser el cauce por el que va a transcurrir su relación con el Gobierno y cuáles son sus prioridades. Y después de escucharle la conclusión no es otra que lo que diferencia a Iñigo Urkullu de Artur Mas es que el primero es lo que antes se llamaba un hombre de Estado y el segundo un aprendiz de brujo. Ya digo, el factor humano.

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