Andrés Aberasturi – España en la cuerda floja.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Vaya fin de semana y vaya fin de mes. España no se merece esto y el espectáculo de los rifirrafes entre Gobierno y oposición recomendándose mutuamente solucionar las corrupciones mutuas, resulta, por lo menos, desolador. Tan desolador como inútil ese empeño de muchos medios y todos los partidos en condenar a los que generalizamos; tenemos una clase política que habría que cambiar de arriba abajo, hacer un gran ERE en los partidos y empezar no de cero -que los españoles hemos sido demasiado aficionados a ese deporte- pero sí desde la limpieza, la honradez, la cordura y la transparencia.

Para cualquier observador medianamente imparcial, el país está sumido estos días en un caos perfecto y por más que Cospedal insista una y otra vez que el Gobierno está haciendo lo que tiene que hacer y preocupado solo por salvar a España de la crisis, lo cierto es que tenemos un Ejecutivo perplejo, traicionado, expuesto a la vergüenza pública, objeto de toda clase de bromas y hasta presuntamente todo. Veremos en que acaba esta historia absurda en la que Bárcenas niega ser el autor de los papeles de Bárcenas que publica «El País», el PP se auto audita, la oposición promueve manifestaciones con la mano izquierda mientras que trata de solucionar sus propias divisiones con la derecha, la jefatura del Estado atraviesa su peor momento desde la instauración de la democracia, y a la economía cada vez que da un de cal, le sale aparece otra de arena.

Hemos vuelto al «y tú más» y el marrón se lo ha tragado María Dolores de Cospedal, tal vez la única política de primer nivel que desde el principio se enfrentó al tal Bárcenas y a la Rajoy dejó -impasible el ademán- a los pies de los caballos y los seguratas de Génova. Y mira que se lo advirtieron al señor presidente: esto te va a estallar, este no es el camino; pero el señor presidente se dedicaba a su deporte favorito: dejar que el tiempo lo cure todo. Y claro, no. El tiempo puede cerrar una heridita pero difícilmente un cáncer galopante no termina en metástasis si no hay bisturí por medio. Al señor presidente, lo del bisturí le debe dar repelucos porque ni lo usó cuando debía en Valencia, ni parece que esté dispuesto a usarlo ahora.

No tengo ni idea de si los papeles que Bárcenas niega tienen algo de verdad, algo de mentira o las dos cosas. Lo que sí sé es que ante este embolado el señor presidente debería haber hecho y dicho algo más de lo que ha dicho y hecho que hasta ahora es na-da.

No está el horno para bollos y el jueves Madrid era una ciudad intransitable porque de forma «espontánea», con esa espontaneidad que tan magistralmente maneja Rubalcaba, la calle Génova era un hervidero de protestas lo mismo que las sedes del PP en Valencia. ¿Y ahora qué? No tengo ni una sola respuesta lógica ni racional; no sé qué va a pasar ahora, no sé si el goteo de filtraciones seguirá vendiendo periódicos ni sé si las querellas que anuncian los que aparecen en las listas como dadores y tomadores llegarán de verdad a los juzgados. No sé si el fiscal general del Estado se comportará, en contra de la costumbre en sus antecesores, como un verdadero fiscal del Estado y no del Gobierno. No sé nada pero siento una inmensa tristeza y una rabia contenida a duras penas. Hoy España es un país a contrapelo marchando sobre una cuerda floja mientras las colas de los parados llenan ya demasiadas manzanas y la indignación contra todos va tomando conciencia hasta entre los más pacíficos.

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