Rafael Torres – Al Margen – Elecciones Anticipadas.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

A qué extremos de degradación no habremos llegado, que una injerencia de los EE.UU. no sólo se ha entendido como un mensaje esperanzador, sino que muy probablemente lo sea para una sociedad que sufre, sumado el expolio del que es víctima, el más estricto desamparo institucional. Las recientes declaraciones del embajador estadounidense en los desayunos de Europa Press, ese severo toque de la Administración Obama a un Gobierno español que, sobre haber mentido a la ciudadanía para ganar las elecciones, ha perdido la escasa credibilidad que le quedaba por las gravísimas sospechas de corrupción en su partido, desvelan el miedo que empieza a dar ese gobierno desnortado en el mundo, nada comparable, en todo caso, con el que ya inspira aquí.

La sola suposición de que los dirigentes del Partido Popular hayan podido repartirse durante años y años ingentes cantidades de dinero negro, y de procedencia más oscura si cabe, cual los estadillos de su ex gerente y tesorero Bárcenas parecen sugerir, no es que indigne a la gente que sufre las sevicias políticas, sociales y económicas de dicho partido desde que llegó al poder, sino que traspasa, porque ya no queda más margen para el aguante, la línea de lo que cualquier sociedad no totalmente envilecida puede tolerar. El partido cuyo gobierno, que venía a salvar a España de no se sabe qué, miserabiliza la educación y la sanidad públicas, cierra las urgencias nocturnas abandonando a su suerte a decenas de miles de personas, blanquea los millones suizos del propio Bárcenas con una «amnistía fiscal» a su medida, convierte con sus tasas abusivas la tutela efectiva de la Justicia en una tutela en efectivo, planea vender montes públicos para convertirlos en cotos de caza, indulta a torturadores y kamikazes mientras ignora a la madre que por alimentar a sus hijas está a punto de ingresar en prisión, o mantiene incautados los ahorros de los clientes que las Cajas controladas por el PP les birlaron con argucias de malhechores financieros, ese partido no puede, si atesora un adarme de afección por la democracia y por el pueblo al que se comprometió a servir, sino apagar e irse, en tanto, como es natural, la Justicia averigua qué pasó para llegar aquí.

Más democrático que aferrarse a un poder cuando se ha perdido absolutamente la confianza de la sociedad es, sin duda, ofrecerle a ésta la oportunidad de enmendar en lo posible su error. El creciente clamor por la dimisión del Gobierno si no convencen sus explicaciones y por la urgente convocatoria de elecciones anticipadas, lo demanda.

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