Antonio Casado – Bárcenas los pone a prueba.


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

No me cabe ninguna duda de que en punto a honradez personal Rubalcaba y Rajoy están empatados. No tan seguro es que empaten también en cuanto a sus respectivas actitudes frente a la corrupción en su entorno político. No me imagino a ninguno de ellos ejerciendo de cómplice o colaborador necesario de los sinvergüenzas propios. Donde puede haber diferencias es en cada uno de los otros dos planos de aproximación al escándalo: el del consentimiento por evitar males mayores (sabes pero no actúas) por desinformación (no actúas porque no sabes).

Hablemos del consentimiento consciente. Es decir, mirar hacia otro lado sabiendo o maliciándote que alguien de tu entorno está haciendo algo reprobable. No es posible asumir con normalidad la idea de que durante casi veinte años de trato con Bárcenas, en sus funciones de gerente o tesorero del PP, Rajoy no se preguntase cómo se las apañaba aquel para mantener unas cuentas tan saneadas siempre mientras hacía frente a costosísimas campañas electorales y le sobraba para compensar la dedicación exclusiva de los dirigentes a las tareas de partido.

Más bien creo que estaba al cabo de la calle y solo reaccionó cuando, en vísperas de la reconquista de la Moncloa, la Policía, la Prensa y los jueces pusieron en evidencia a Bárcenas. Y reaccionó de aquella manera: defendiéndolo más allá de lo razonable e interpretando el acoso policial, judicial y mediático al tesorero como si fuera un ataque a todo el partido lanzado desde las cañerías del Gobierno Zapatero. «No es una trama del PP sino una trama contra el PP», decía aquel Rajoy escoltado por toda la cúpula del PP.

Aquello pudo colar en medio de un creciente desprestigio del Gobierno socialista, con Rubalcaba en el Ministerio del Interior, y en plena exaltación de la alternativa de poder a un Zapatero noqueado por la crisis económica y la ruptura del contrato político con sus electores. De hecho sirvió para parar el golpe. Solo de momento, como ya se ha visto. Y yo me temo que en este caso el señor Rajoy estaba huyendo hacia delante por no haber sido en su día todo lo diligente que debió ser para cortar a tiempo las trapacerías de Bárcenas y sus colaboradores necesarios: cargos institucionales del PP (autonómicos y locales, básicamente) y empresarios agradecidos por la carga de trabajo recibida en administraciones controladas por este partido.

El tercero de los planos es el del desconocimiento. Es decir, el consentimiento por ignorancia o desinformación. Por desgracia, cada vez son más frecuentes los reprobables comportamientos individuales de cuya existencia ni se enteran las cúpulas de los partidos. Ni sus máximos dirigentes. Y cuando se enteran ya es demasiado tarde para evitar que el escándalo afecte a la imagen de esa familia política y en especial de su líder. Tanto Rajoy como Rubalcaba tienen en este sentido demasiados casos en sus respectivas filas.

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