Esther Esteban – Más que palabras – Trampas y tramposos.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Les recomiendo que lean esto con atención: «Belda me envió a la habitación del médico para que me inyectase 50 ml de Oxyglobin, una hemoglobina de perro. En la etapa me escapé con Virenque pero empecé a sentirme mal. Caí desplomado, me metieron en una ambulancia y me llevaron al hospital. Dijeron, públicamente, que fue un golpe de calor y me amenazaron para que no dijera nada». Quien habla así es Jesús Manzano ex ciclista del equipo Kelme durante el juicio de la vergüenza de la llamada «operación Puerto» que ha puesto en la picota a Eufemiano Fuentes, todo un ejemplo de una vida entregada a hacer trampas de la peor condición.

El relato del ex ciclista resultó casi insoportable: EPO, jeringuillas, dopajes sistemáticos, transfusiones de sangre :»Una vez me indicaron en el equipo que fuera a reinfundirme una bolsa de sangre en la clínica de la calle Linares de Valencia. Me empecé a sentir mal en la camilla y me pusieron Urbason. Me marché al tren para volver a Madrid y allí empecé a ponerme muy enfermo. Me llevaron al hospital y ,según dijeron ,pude haber muerto». Estas son algunas de las perlas que, con sólo leerlas, te ponen los pelos de punta y ¡que decir! del manual de dopaje que utilizaban los tramposo-mafiosos: cambio de aceite (transfusiones) las alubias (el andriol) los polvos (una pócima que se ponía en el pene para distorsionar la EPO en los controles de orina), la limosna (el pago que efectuaban los ciclistas) y una lista interminable de mala ocurrencia y peor condición.

Ni soy especialmente aficionada al ciclismo, ni me dedico a cubrir información deportiva, pero he admirado profundamente a algunos de los que yo veía como superhombres, con una voluntad de hierro y una capacidad de esfuerzo muy superior al común de los mortales. Sin embargo, ahora, al escuchar esto, siento una gran decepción y un sentimiento entre incredulidad, rabia y escepticismo, similar al que me producen otros casos de personas que, jamás pensé que se corromperían.

Hay tantos paralelismo entre este caso y el hedor que desprende la política española que con los mismos ingredientes y sólo cambiando los nombres de los actores nos imaginaríamos a los políticos corruptos habiendo idénticos enjuagues. El ciclismo es el deporte por excelencia, como la política es la más alta representación de la democracia. A los corredores del deporte Rey, el juego limpio se les debe suponer, como a los políticos su intención de servir a la cosa pública, solo que, cuando la política, falla, todos miramos a nuestros deportistas como referencia y ejemplo de lo mejor y más limpio que tiene la sociedad y de ahí nuestro chasco cuando hay juego sucio.

Chasco, que se convierte en estupefacción, al saber que Pistorius el héroe paralímpico, el primer amputado que corrió sin piernas, el campeón símbolo del éxito y la superación ha matado a su novia descerrajándole cuatro tiros en la cabeza. Algo esta pasando en este tiempo que nos toca vivir para que todos nuestros ídolos se desplomen como si fueran de barro. Es como si la violencia y el mal se hubiera metido en nuestro ADN o como sí estuviéramos atrapados en una tormenta perfecta donde no se salva nada, ni nadie. Estamos en una crisis económica, política, ética, social, moral, en una crisis de valores, de ideologías y de conceptos que parece que se lleva todo por delante y no podemos consentir que nos arrastre porque, si miramos hacia otro lado, estamos perdidos.

Ni mi generación ni yo, que nacimos en dictadura y luchamos duramente por traer la democracia a nuestro país, somos gente que tiramos fácilmente la toalla. Sabemos perfectamente en qué hemos fallado, somos consciente de lo acomodaticios que nos hemos vuelto, de que hemos dejado la rebeldía que alimentaba nuestro alma por el camino y de que a fuerza de no hacer autocrítica nos hemos convertido en parte de lo que hace años odiábamos y criticábamos.

No se si esta crisis, como sostienen algunos, será una oportunidad para reconducir algunos excesos pero, al menos, espero que tanto sufrimiento sirva para recuperar conceptos como responsabilidad, exigencia, autocrítica y otros muchos que ¡Sin darnos cuenta¡ se han quedado en el camino.

Todo ello sin caer en una peligrosa pulsión justiciera que pretenda hacerse fuerte extramuros de la Democracia porque extramuros… si que no hay nada que hacer.

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