Julia Navarro – Escaño Cero – La ocurrencia.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Desde hace meses hay varios grupos de trabajo en el seno del PSOE que pretenden poner a punto este partido. Se trata, dicen, de reflexionar sobre los problemas y hacer propuestas a la sociedad. Hasta aquí todo normal. Pero mire usted por donde, en medio de la tormenta que está cayendo a Rubalcaba y compañía no se les ocurre otra cosa que anunciar que lo mismo cambian el nombre a su partido. Pasaría a llamarse Partido Socialista Europeo-PSOE. Se preguntarán ustedes, lo mismo que yo me lo pregunto, a qué viene esa posible apuesta por un cambio de las siglas centenarias. Si los actuales dirigentes del PSOE quieren sacar a su partido de la crisis que padece y recuperar la confianza de los ciudadanos tendrán que pensar en otra cosa que no sea una operación de maquillaje barato.

El problema del PSOE no son sus siglas, ni tampoco hacer hincapié en su apuesta por Europa. El problema del PSOE es de credibilidad, o mejor dicho, sus actuales dirigentes carecen de la credibilidad suficiente para convencer a los ciudadanos de que ellos tienen la capacidad de hacer políticas efectivas no solo para salir de la crisis económica, también para afrontar la crisis de valores amen de dar respuesta a las tensiones territoriales.

Parece que los actuales dirigentes socialistas creen que pueden engatusar a los ciudadanos haciéndoles creer que por el mero hecho de cambiar de siglas ellos también han cambiado. En mi opinión, la principal batalla que tienen que librar los dirigentes socialistas es la de recuperar la credibilidad en y para ello necesitan personas solventes en primera línea. No digo que la dirección del PSOE tenga que estar formada por jóvenes desconocidos, como si la juventud fuera un valor en sí mismo. Voy más allá. Creo que el cambio se debe de dar en otra dirección, en la de buscar personas de prestigio y solvencia política, no importa la edad, capaces de abrir una nueva etapa en el socialismo. La actual dirección no lo ha conseguido, seguramente porque Rubalcaba tiene demasiado pasado político y porque las personas de su confianza no parecen poseer esa solvencia que genera confianza en los ciudadanos.

Sin duda, Rodríguez Zapatero dejó a sus compañeros de partido una herencia envenenada. Sus políticas, y sobre todo su frivolidad, provocaron una desafección profunda hacia el PSOE, de manera que Rubalcaba harto hace con manejar los restos del naufragio. Pero más allá de la herencia de Zapatero, el actual secretario general también tiene su cuota de responsabilidad porque, insisto, no ha sido capaz de rodearse de los mejores amén de su problema de credibilidad.

Para empezar, los socialistas tienen que aclararse respecto a la configuración del Estado. No pueden improvisar presentando proyectos federales para paliar sus problemas con sus compañeros catalanes. Ahora mismo, el PSOE no parece capaz de convencer a los ciudadanos de que es un partido capaz de vertebrar el Estado sin ningún tipo de veleidades. Tampoco termina de perfilar un programa económico alternativo.

Un cambio de nombre es una manera vergonzante de disimular sus carencias. Como dice el refrán: «aunque la mona se vista de seda, mona se queda».

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