Antonio Casado – Una de espías.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Si el sueño soberanista de Artur Mas va camino de entrar en dique seco es por la querella permanente en el «tripartito» (CDC, UDC y ERC), la incoherencia de reclamar la independencia mientras se recurre al talonario del Estado y los casos de corrupción colgados de cada uno de los dos partidos que forman el tándem nacionalista que responde a las siglas de CiU. Sobre este tercer baldón en la cada vez más borrosa senda hacia la Cataluña rica y plena, soñada por los Pujol y facturada por los Pujol Ferrusola, ha caído ahora el escándalo de las escuchas. Una trama de espionaje cuya caja negra es en estos momentos el oscuro objeto de deseo por parte de la Policía Nacional. Justamente este celo indagatorio es el último pretexto del nacionalismo en la obsesiva tarea detectora de brotes anticatalanistas en el Gobierno de Madrid y medios informativos de ámbito nacional.

El lunes pasado se produjo la intervención policial de las sedes de la ya famosa agencia de detectives «Método 3», así como la detención del propietario y máximo responsable de la misma, Francisco Marco, y tres de sus agentes (ya exagentes), pero la policía autonómica, los Mossos de Esquadra, se han quedado al margen. No por voluntad propia, lo cual, ha disparado el recelo de la Generalitat con acusaciones de grueso calibre formuladas por su portavoz, Francesc Homs, y el consejero de Interior, Ramón Espadaler. Mirando hacia Madrid, ambos han hablado de «deslealtad» e «invasión de competencias».

Algo peor todavía. Al portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, le ha faltado tiempo para pedir la inmediata comparecencia del director del CNI, Félix Sanz, ante la comisión de gastos reservados del Congreso. Lo curioso es que relacionó su petición con la sospecha de que en este escándalo del espionaje hay «guerra sucia». Eso me parece insultante para los servicios de inteligencia del Estado, sobre los que se descarga impunemente la implícita acusación de que se dedican a los menudillos de la política y a pasarse la ley por el arco del triunfo.

El jefe de los espías de Método 3, Francisco Marco, sigue diciendo que todo es «una cortina de humo que están montando los medios con ayuda de los partidos políticos y dos exempleados que están diciendo tonterías». Pero en todos los relatos aparece, como la nueva estrella invitada del vodevil, el antiguo jefe de los Mossos de Esquadra, Xavier Martorell, actual responsable político de los centros penitenciarios de Cataluña. De nuevo se vuelve a poner al nacionalismo catalán como la salsa necesaria de este plato tan indigesto para una opinión pública cada vez más distanciada de la clase política.

Lo que llega a los ciudadanos es la sensación de que en este asunto todos tienen algo que ocultar. Los que espían y los que se sienten espiados. Por tanto, un paso más en el alarmante deterioro de la clase dirigente en relación con las dos barandillas sobre las que siempre deberían apoyarse los actores de la vida pública: una es la legalidad y la otra es la moralidad.

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