Julia Navarro – Escaño cero: El «otro» estado de la nación


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Casi seis millones de parados. Una oleada de casos de corrupción con políticos de casi todos los grupos como protagonistas. Desahucios. Recortes en las prestaciones sociales. Subida del IVA y de otros impuestos. Subida de las tasas judiciales provocando que el acceso a la Justicia ya no sea igual para todos. Una reforma laboral que ha mermado los derechos de los trabajadores. Desinversión en educación, investigación y desarrollo. Miles de jóvenes convertidos en emigrantes en busca de un empleo en cualquier otro país. Un partido nacionalista, CiU, echando un pulso al Estado. ¿Sigo? Porque puedo continuar enumerando cómo está nuestro país hoy y difícilmente se puede encontrar una noticia medianamente optimista.

Por más que Mariano Rajoy pretenda que hemos sacado la cabeza del agua y por tanto empecemos a ver el «vaso» medio lleno, lo cierto es que los ciudadanos de a pie ni siquiera lo vemos medio vacío sino vacío totalmente. Puede que la prima de riesgo ya no esté desbocada, y que estemos exportando más de lo que importamos, y que haya mejorado alguna otra cifra macroeconómica, como el déficit, pero lo cierto es que para los ciudadanos las cosas están como estaban, es decir mal.

La imagen de Aurelia Rey, una anciana octogenaria desolada porque pretenden desahuciarla por haberse retrasado en el pago del alquiler sirve de retrato de lo que es la España de hoy. Vivimos en una sociedad en la que los ciudadanos se sienten abandonados a su suerte, una sociedad en la que en demasiadas ocasiones los políticos parecen estar ausentes de las necesidades de la gente real.

Más allá de los discursos de Mariano Rajoy y de los portavoces parlamentarios, sin duda minuciosamente preparados, está la realidad de una sociedad que no aguanta más. Una sociedad que se empieza a organizar para hacer frente a los desahucios, para ayudar a través de organizaciones no gubernamentales a los que se han quedado sin nada, pongo por caso los Bancos de Alimentos o Caritas, una sociedad que se atreve a salir a la calle a defender que no se desmantele la sanidad pública y obtiene pequeños éxitos como en Castilla-La Mancha logrando que no se cierren los ambulatorios de algunos pueblos. Una sociedad que ha perdido el respeto a los poderosos porque éstos se lo han perdido a sí mismos. Una sociedad que demanda justicia.

En su discurso, Mariano Rajoy abordó una parte del «estado» de la nación, pero se olvidó de la otra parte, de la realidad que viven día a día los ciudadanos y que tiene que ver con la sanidad, la educación, los desahucios, el paro.

Saben, yo no dudo de que el presidente Mariano Rajoy intenta por todos los medios y como buenamente sabe y puede, afrontar los problemas para darles solución. Otra cosa es que esa solución a los problemas me parezca desacertada y no solo eso, creo que agravan la situación. Las recetas para la crisis puestas en marcha por Rajoy hasta el momento arrojan un saldo de más parados. Y las nuevas recetas anunciadas por el Presidente, algunas son compromisos de su incumplido programa electoral, otras son remedos, alguna hay interesante, pero en definitiva son más de lo mismo. Es decir el presidente está instalado en la ortodoxia que le marcan desde Bruselas y esa ortodoxia lo que ha provocado y está provocando es un desmantelamiento lento del Estado del bienestar y una sociedad en la que impera el «sálvese quién pueda» en la que los trabajadores tienen menos derechos y quienes han provocado la crisis han sido rescatados con el dinero de los ciudadanos.

En cuánto a la corrupción, el olor está llegando a ser tan insoportable que los dirigentes políticos no pueden dejar pasar ni un día más en abordar éste cáncer que corroe los cimientos de nuestra democracia. En este capitulo las propuestas de Mariano Rajoy deberían de ponerse en marcha ya. Son propuestas muchas de ellas valientes y podrían devolver la confianza a la cada vez más escéptica ciudadanía. De manera que más allá de los discursos, de los reproches, del y tú más, es evidente que ha llegado la hora de que los dirigentes políticos se remanguen y se pongan manos a la obra. El desafecto creciente de los ciudadanos hacia los políticos, el que ninguno apruebe en las encuestas, en que ni Gobierno ni oposición generen confianza, debería de ser suficiente revulsivo para que aparcaran las políticas partidistas y fueran capaces de lograr un consenso que regenere nuestro sistema.

Rajoy también abordó el problema territorial, el órdago lanzado por CiU de convocar un referéndum fuera de la Constitución. Y Rajoy fue claro: dentro de la Constitución está dispuesto a hablar lo que haga falta.

Después de haber asistido a todos los debates sobre el estado de la nación, les diré que todos se parecen. Los discursos de los presidentes suelen estar encaminados a poner en valor sus logros, el de la oposición, como es su obligación, a señalar los puntos negros. Ni el Gobierno convence a la oposición ni la oposición logra convencer al Gobierno. Aún así el debate siempre es enriquecedor. Pero siempre hay dos «estados» de la Nación, el de los discursos de unos y otros y el real. Que se lo pregunten a Aurelia Rey y a tantos ancianos que a duras penas llegan a fin de mes y no obstante aún tienen que hacer milagros con sus exiguas pensiones para ayudar a sus hijos y nietos. Que se lo pregunten a esos miles de ciudadanos que saben que aún en el caso de la economía mejore no volverán a trabajar porque hemos construido una sociedad en la que a los que han cumplido cincuenta años se les considera trastos viejos y se les manda a casa a vegetar. Que se lo pregunten a tantas y tantas familias con todos sus miembros en paro. Que se lo pregunten a quienes no pueden continuar estudiando porque han subido las tasas universitarias y acceder a las becas es más complicado. Que se lo pregunten a nuestros jóvenes investigadores que tienen que emigrar. Que se lo pregunten a cualquier ciudadano que se encuentren por la calle.

La sociedad no se lleva a engaños sobre el verdadero «estado» de la nación. La realidad es tozuda más allá de las cifras estadísticas. Saben, yo les aconsejaría a los políticos que pisen la calle, que hablen con la gente en vez de con los militantes y simpatizantes de sus partidos, si lo hicieran, todos, conocerían cuál es el verdadero estado de la Nación.

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