Cayetano González – Conclusiones del debate.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Es más que probable que a la mayoría de los ciudadanos el denominado «Debate sobre el Estado de la Nación» que ha tenido lugar en el Congreso de los Diputados el miércoles y jueves le importe más bien poco por no decir nada. A unos les parecerá inútil y un diálogo de sordos; otros lo encontrarán tedioso y aburrido; los más, simplemente no tendrán opinión porque ni lo han seguido ni han querido saber nada acerca del mismo. Esto es lo que tiene la galopante desafección ciudadana hacia las instituciones y hacia la clase política. Pero en un sistema parlamentario como el nuestro, que al menos una vez al año haya un debate sobre los problemas que tiene el país en la sede en la que reside la soberanía nacional parece razonable. Otra cosa es su utilidad.

Para Rajoy, este era su primer debate del Estado de la Nación como presidente del Gobierno. Al mismo llegaba bastante tocado, no solo por el hecho de que en España haya ya casi seis millones de personas en paro, sino también por los casos de corrupción y específicamente por el denominado «caso Bárcenas» que afecta de lleno a su partido. La confianza ciudadana en el presidente está bajo mínimos -el 82 por ciento no confía en él, según el último barómetro del CIS- y la intención de voto del PP ha bajado diez puntos respecto al resultado cosechado en noviembre de 2011.

En ese escenario tenía que torear Rajoy y al menos habrá que subrayar que no salió mal parado. Volvió a demostrar que es un buen parlamentario, algo que es aceptado hasta por sus adversarios políticos. Fue realista al describir la situación económica, las graves dificultades a las que ha tenido que hacer frente y dejó entrever un futuro en el que seguirá habiendo problemas, pero en el que también hubo lugar para la esperanza. Su cuerpo a cuerpo con el líder de la oposición fue desigual, fundamentalmente porque Rubalcaba, como subrayó Rajoy, tiene su propia historia: hasta hace quince meses era el vicepresidente del Gobierno de Zapatero, y eso lastra mucho para pedir ahora medidas que ni él ni aquel Ejecutivo tomaron. La frase de Rajoy dirigida a Rubalcaba: «Yo no pido su dimisión; no me interesa» fue demoledora.

La corrupción, como no podía ser de otra manera, estuvo muy presente en este debate. Las medidas propuestas por Rajoy referidas a una mayor transparencia de las cuentas de los políticos, de los partidos, sindicatos, organizaciones empresariales o para aumentar las penas por los delitos de corrupción es lo mínimo que se podía esperar en una situación como la actual. La corrupción .y en esto el diagnóstico de Rajoy fue demasiado «buenista»- sí está muy extendida, está haciendo mucho daño a nuestro sistema democrático y afecta a muchas áreas del poder político, sea este institucional o de los partidos.

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