Andrés Aberasturi – Es ahora o nunca.


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Nada tiene que ver una nación seguramente muy hermosa, con el dicho que ha provocado lo accidental de su nombre: salimos de Guatemala y entramos en «Guatepeor». Me niego a admitir esa especie de juego de palabras para definir la realidad de la España de hoy aunque todo haga pensar que realmente estamos mal y podemos ir a peor. Bruselas pronostica un fututo nada halagüeño: más déficit, más paro, más recesión; esa especie de cosas que son las agencias de clasificación, nos colocan al borde de la basura; el déficit y el crecimiento parece maquillados -nunca se sabe-; sigue la particular cruzada de Bárcenas -a cuyo domicilio ha subido por fin la policía aunque aun se ignore para qué- con inútiles comparecencias ante notarios; lo de Urdangarin se complica y complica cada vez más; el jefe del PSC pide nada menos que la abdicación del Rey; todo un historiador como Oriol Junqueras anuncia que España perderá Cataluña como perdió Cuba, Portugal y Holanda; a Rubalcaba le suspende en la debate más del 60 por ciento de los votantes del PSOE; el PP siguen a lo suyo liberalizando y ayudando a emprendedores pero sin querer mirar su propia radiografía; y para los que aun creían en cuentos de hadas, Amaiur equipara el asesinato de Buesa y su escolta con dos víctimas etarras.

El horizonte no es del todo bueno, para qué engañarse, aunque es cierto que empiezan a sonar voces -no cercanas a Génova necesariamente- que animan un poquito sobre lo que pueda empezar a ocurrir en 2014. Y así son las cosas y contarlas de otra manera sería mentirnos, una vez más, inútilmente y con las muy graves consecuencias que trajo la miopía absurda o el buenismo, o la ignorancia de Rodriguez Zapatero.

Vistas así la realidad española, el problema no es sencillo de resolver. Se ramifican dos males quizás de distinta índole pero a cual más grave. Por una parte es muy posible que lleguemos al 27 ó 28 por ciento de paro y eso no ha y sociedad que lo resista porque no son guarismos simplemente, no son estadísticas para manejar en debatas sino realidades tras las que se esconden dramas personales y familiares, desastres que se agravan porque la solución ni depende ya sólo de España sino de Europa aunque Gobierno, oposición y sindicatos podrían hacer muchísimo más de lo que hacen si se decidieran a trabar juntos por el bien de todos.

El otro gran mal que nos afecta es la corrupción generalizada, la impunidad con la que han actuado tatos y el silencio que han guardado muchos, demasiados, frente a esa repugnante lacra. Tenemos pues un problema económico y humano y otro ético del que todos hablan pero nadie soluciona definitivamente. El Gobierno toma medidas y parece que las ayudas a los emprendedores pueden ser positivas aunque nadie se pregunte qué pasa con los que ya han emprendido y siguen ahogados porque les falta liquidez o les sobran años. El otro problema, el de la ética, el de la corrupción amparada tantas veces por los partidos, ese va a ser más difícil de erradicar porque, como alguna vez he dicho, está ya incrustado en el sistema. Sólo un poder judicial serio e independiente y el deseo sincero de los partidos en ayudarle, podría empezar a destapar tantas cosas, que casi asusta ponerse manos a la obra. Pero o es ahora, con la que está cayendo, o no será nunca.

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