Antonio Casado – Un debate inútil.


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Esta ha sido la semana el debate sobre el estado de la Nación. Una ocasión desaprovechada para motivar a los ciudadanos y ofrecer soluciones a los problemas que les ahogan: pobreza, desahucios, paro, desigualdad y recortes en los servicios públicos. Y también se perdió la oportunidad de debatir los problemas que ahogan a la clase dirigente, como su alejamiento de los ciudadanos y la corrupción política.

El país amenaza ruina pero los máximos responsables de evitarla, el que gobierna y el que aspira a gobernar, se dedicaron a darse patadas en las espinillas en vez de intentar la remada conjunta. En eso se acabó quedando el cruce parlamentario entre el presidente, Rajoy, y el líder del principal grupo de la oposición, Rubalcaba, dos veteranos dirigentes cuya credibilidad está seriamente tocada. Este debate no la mejoró ante una ciudadanía presa del desaliento y distanciada de sus gobernantes.

O al lobo todavía no le han crecido las orejas o el Gobierno y el PSOE han decidido mirar hacia otro lado. Cada cual fue a la suya, a base del reproche mutuo, el más eres tú y el entendimiento selectivo que tiende a ignorar lo más positivo del adversario y quedarse sólo con lo que puede ser devuelto a pedradas. La más dura la lanzó Rubalcaba al reclamar la dimisión del presidente del Gobierno por su incapacidad para eludir el chantaje al que le tiene sometido el ex tesorero del PP, Luis Bárcenas.

Rajoy había decidido no entrar a debatir el caso, que afecta de lleno a su partido. Ni siquiera nombró al ex senador por Cantabria. Lo más que se permitió, ya en la segunda jornada del debate, fue decir que Bárcenas, sin nombrarlo («esas personas que usted a mencionado», dijo respondiendo a un portavoz) «hace muchos años que no tienen ninguna responsabilidad en mi partido». Temeraria afirmación cuando ya es bien sabido que Bárcenas y Sepúlveda han estado a sueldo del PP hasta hace unos días, con despacho, secretaria y seguridad social.

El intento de quitarse el olor a Bárcenas fue inútil porque medio minuto después de terminar el debate ya sabían los españoles que el ex tesorero tiene depositada en una notaria desde el pasado 14 de diciembre una lista de «donativos» al PP y los perceptores de los mismos. Una forma de decir dos cosas. Una, que no fue el único «administrador» (añade a Alvaro Lapuerta). Y otra, que no fue él -o no fue sólo él- quien se llevó a su casa el dinero de las donaciones. Ese era el «ataque de sinceridad» al que se había referido desde la tribuna de oradores el líder del PSOE cuando pidió a Rajoy que se fuera porque no se puede gobernar con la autonomía limitada por un indeseable.

Un problema similar al que tiene el Rey de España, presionado por otros dos indeseables, Torres y Urdangarin, uno de ellos de la familia. Sin embargo, los nombres de Urdangarin y Bárcenas no estuvieron en boca del presidente del Gobierno, que es el primer referente institucional si se trata de tomar el pulso a la Nación.

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