MADRID, 5 (OTR/PRESS)
Tengo para mí que hablando de los asuntos despachados con el Rey en el transcurso de la visita a la clínica madrileña donde don Juan Carlos fue operado el domingo, el presidente del Gobierno ha revelado con exactitud la naturaleza de los asuntos tratados: «Hemos hablado de economía, de política exterior, de elecciones en otros países… en fin, de lo que es actualidad y le importa a todo el mundo». Puestos a optar y escoger temas de conversación, tiene su lógica que repasaran la actualidad internacional a la vista de que las noticias que ofrece la vida española no parecen las más idóneo para animar a un convaleciente. Desde luego, uno no se imagina a Mariano Rajoy diciéndole al Rey que traía bajo el brazo la malísima noticia de que ya son cinco los millones de parados registrados y que en febrero se perdieron otros sesenta mil puestos de trabajo. Tampoco veo al presidente comentando que el Fiscal General de Estado, Eduardo Torres-Dulce, ha iniciado el proceso que puede culminar en la destitución del actual fiscal superior de Cataluña, Martín Rodríguez Sol. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho?, habría preguntado el Rey. Pues, hacer política sin quitarse la toga -podría haber respondido el presidente del Gobierno sin entrar en muchos detalles, visto que don Juan Carlos apenas llevaba unas horas fuera del quirófano y a los recién operados es recomendable no agitarles mucho-. Hablando de agitar, ¿alguien se imagina a Mariano Rajoy, hombre cauto donde los haya, sacando a colación lo publicado sobre la declaración de Iñaki Urdagarin ante el juez Castro? La verdad, cuesta hacerse a la idea de que semejantes asuntos pudieran figurar en la agenda del improvisado despacho en la clínica La Milagrosa. Por eso, y volviendo a principio, lo que sí tiene sentido es que la conversación discurriera por los cerros de la política exterior en general y en particular por el derrotero de lo acaecido en las elecciones italianas. Las renovadas andanzas judiciales de Berlusconi, el batacazo de Monti, el atolladero en el que se encuentra Bersani, las pedorretas a la prensa del cómico Beppe Grillo, etc. Asuntos todos con un registro abonado a la incertidumbre que en términos de bumerán psicológico permiten concluir que ¡menos mal que aquí tenemos una mayoría parlamentaria sólida! Lo cual es cierto. Y hasta cierto punto, tranquilizante, en estos tiempos en los que como decía, en España, por desgracia, no abundan las buenas noticias.