Rafael Torres – Al margen – El enigma venezolano.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Es grande la dificultad para establecer un juicio sobre el legado tangible de Hugo Chávez: apenas nada se supo aquí, durante sus 14 años de mandato, de en qué medida redundó éste en la felicidad o en la desgracia del pueblo venezolano. Comunicativo y mediático, efectista y teatral, raro fue el día en que Chávez no apareció en nuestros noticiarios cantando, bailando, saltando, arengando, gesticulando, rezando, retando o recitando, pero de su política, que la tuvo y la hizo, casi nunca se dijo nada, más allá de la relativa a sus forcejeos con la oposición. Parece mentira que en éstos tiempos en que la información corre a la velocidad del rayo, se dedicara tan poca a un fenómeno político cuyas repercusiones se extendieron a todas las Américas.

Indio y de humilde extracción, es natural que en Washington o en Europa no se le viera con muy buenos ojos. Su devoción por Castro y la revolución cubana, su populismo exaltado, su desinhibición verbal, su internacionalismo o su pronunciamiento del 92, tampoco contribuyeron a centrar sobre él, desde esos lugares, una mirada serena. Su catolicismo, expresado a la manera exhuberante de su tierra, apenas logró, pese a su aparatosidad, rectificar en algo ese mal de ojo. Sin embargo, ni fue un criminal (a él sí quisieron matarle), ni accedió al poder por otra vía que la del sufragio, ni dejó de tender puentes, a su manera harto extravagante, para la concordia internacional, pudiendo incluir en éste capítulo desde su aproximación a los EE.UU. de Obama hasta la deportividad con que se tomó aquél ineducado «¡¿Por qué no te callas?!» del Monarca español.

Uno sabe algo, porque va con el oficio, sobre el impacto en el pueblo venezolano del uso que Chávez hizo de las rentas del petróleo para el bienestar de los más carenciados, y no solo, como hicieron sus antecesores, para la corrupción política y la mayor miseria de aquellos. También sabe que esa revolución chavista tuvo más de cosmética y folclórica que de justiciera, y acaso también que con Chávez se extinguirá el chavismo, por ser éste una creación demasiado personal e intransferible. Maduro, oscuro y soso, no hereda el carisma, y queda por ver qué hereda de éstos 14 años el pueblo venezolano, al que se desea, desde luego, lo mejor.

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