MADRID, 7 (OTR/PRESS)
En la madrileña clínica de La Milagrosa, el Rey continúa su proceso de recuperación después de una complicada operación de espalda que, afortunadamente, ha sido un éxito total. Ahora viene lo más duro. Una recuperación lenta y, en ocasiones, dolorosa pero que si se lleva a cabo con disciplina y paciencia es más que probable que, en cuestión de meses, podamos ver al Jefe del Estado caminando sin muletas.
Pero la estancia del Rey en la clínica, con susto incluido, está siendo algo más que la obligada hospitalización tras una cirugía. La estancia del Rey en La Milagrosa se ha convertido en todo un escenario de apoyo institucional e incluso familiar al Monarca. Que acuda el presidente del Gobierno es una obligación institucional del jefe del Ejecutivo. Pero es que a Rajoy le ha seguido el jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, los presidentes del Congreso y el Senado, la Defensora del Pueblo… Toda una procesión institucional de visitas perfectamente diseñadas y consultadas, como es lógico, con la Casa del Rey.
Todos los que han visitado al Rey lo han hecho de manera absolutamente voluntaria. Tan voluntaria como intencionada con un único objetivo: trasladar al Rey y dejar claro ante la opinión pública que don Juan Carlos cuenta con todo el apoyo institucional, incluido el del PSOE que es el más significativo, a su figura y a su permanencia en la jefatura del Estado. Ni el Gobierno, ni el PP ni el PSOE están dispuestos a poner oídos a quienes con seriedad y sin ella, que de todo hay, abogan por la abdicación del Monarca o por el desgaste frívolo de la institución. Los encuentros en La Milagrosa han sido la crónica más eficaz de cuantas cabía imaginar para echar por tierra el cúmulo de especulaciones que en los últimos tiempos abundan por los circuitos mediáticos.
Consideración aparte merece la concurrencia familiar. A diferencia de lo que ocurrió tras el desgraciado e imprudente asunto de Botswana, la Reina acudió en el mismo momento en el que el Rey entraba en el quirófano y cuando el Monarca salió del mismo se encontró rodeado de sus hijos y de la propia Reina, situación nunca antes vista en las múltiples peripecias quirúrgicas del Rey que en esta ocasión no se vio sorprendido con la presencia de Urdangarin y sí agasajado por sus nietas que le llevaron los clásicos dibujos infantiles.
Si las instituciones hacen oídos sordos a algunas especulaciones, todo parece indicar que ahora ya es la propia familia la que ha optado por cercar los estropicios de la repentina y estudiada locuacidad de Corinna.
No faltarán quienes crean que en estas visitas familiares hay mucho de impostura, sobre todo por parte de la Reina. Que vean una especie de representación oficial y no afectiva. Cada cual que vea e interprete los hechos como quiera pero en medio de tanta noticia viscosa y deprimente me apunto a aquello de «dime que me quieres aunque sea mentira». Es más, me atrevo a decir que para la inmensa mayoría de ciudadanos los encuentros de La Milagrosa han sido un auténtico bálsamo y un elemento de tranquilidad porque España no se puede permitir el lujo de romper todos los platos a la vez. El estropicio total no hay país que lo resista.