MADRID, 13 (OTR/PRESS)
La escena se repite casi todos los miércoles. El líder de la oposición, Pérez Rubalcaba, se sube a la tribuna para decirle al presidente del Gobierno que la economía continúa sin ir bien, que las cifras del paro resultan insoportables, que debe de cambiar de política habida cuenta de que la que viene aplicando hasta el momento es un fracaso. El presidente le responde lo de siempre: si el Gobierno no hubiera puesto en marcha la «reforma laboral» y otras leyes las cosas habrían ido a peor.
Saben, a veces tengo la impresión de que sus señorías no se escuchan, que repiten los unos y los otros su argumentario sin siquiera intentar desbrozar los argumentos del adversario. A Pérez Rubalcaba le asiste la razón de la realidad. Los datos que esgrimen se pueden constatar: ya hay más de cinco millones de parados. La respuesta del presidente de que sin su reforma laboral habría sido peor exige una cuestión de fe. Tan cierto puede ser lo que afirma que lo contrario, y hasta ahora lo único evidente es que las cosas han ido mal y cuesta creer que aún puedan ir peor.
Otra pregunta que se repite en casi todas las sesiones de control al Gobierno es la de los desahucios. Siempre hay algún parlamentario de la izquierda que le recuerda a Rajoy el drama que viven miles de familias. Este miércoles el recordatorio corrió a cargo del diputado de la Izquierda Plural Joan Coscubiela. La respuesta de Mariano Rajoy ya suena cansina: la dación en pago para solventar las deudas dañaría el sistema hipotecario y podría dificultar que muchas familias recibieran nuevos créditos hipotecarios.
Rajoy no se sale del guión. Nada parece hacerle cambiar de la línea trazada ni siquiera el drama de esas miles de familias que de la noche a la mañana las echan de su vivienda. El banco se queda con el piso y, además, les exige que continúen pagando la hipoteca. Una injusticia insoportable aunque el presidente se empeñe en lo contrario. Lo que el presidente no explica es por qué en Estados Unidos la dación en pago es moneda común y en España es imposible, es decir por qué los bancos norteamericanos aceptan que la deuda queda salvada al entregar la vivienda y en España no.
Pero el presidente no escucha o mejor dicho está convencido de su verdad y por tanto permanece impermeable a cualquier argumento que no coincida con los suyos. Yo no sé si el presidente verá los «telediarios» y otros informativos en televisión, pero hay que tener mucho cuajo para ver las escenas de familias desalojadas de su vivienda y permanecer erre que erre en proteger a los bancos impidiendo la dación en pago.
Miércoles tras miércoles en la sesión de control, el presidente y sus ministros, con escaso éxito, intentan convencernos de que las cosas van mejor, de que hay razones para el optimismo. No comprenden que nada nos gustaría más a los ciudadanos de que tuvieran razón, de que fuera tal y como dicen, pero la realidad es tozuda y la realidad de nuestro país es que hoy está peor que hace un año lo cual es mucho decir.